viernes, 26 de diciembre de 2014

UN VENTRÍLOCUO LLAMADO FELIPE, DICEN QUE SEXTO







Un ventrílocuo llamado Felipe, dicen que sexto

Desde que nació todos seguíamos sus pasos y lo guapo que iba saliendo el chico.
Gastamos una pasta gansa en su educación, y así conseguimos que hablara un inglés perfecto, que se ha halagado inmerecidamente hasta el ridículo, a los niños de “vallecas” jamás les hemos dado una sola de sus oportunidades (obviemos que su progenitora no habla “español”).
Allá por los noventa, los helicópteros y unos tíos con traje, anunciaban de su excelsa presencia en el campus universitario. Mientras supuestos buitres amenazaban su vida, sus guardianes anunciaban sus andares a bombo y platillo. Si no fuera por ello, nadie hubiera sabido de su insigne presencia en las aulas (al menos los de las facultades aledañas a las que ocupaban sus reales).
Cuando el azar emponzoña todo con su presencia, en ocasiones es bueno saber lo que uno va a hacer en la vida.  Conocer desde la cuna a qué va a dedicar uno el resto de sus días sitúa al individuo en una atalaya por encima del bien y del mal, aunque a decir verdad, también le priva del vértigo de la incertidumbre que tanto amamos el resto, que nos gusta sí, nos gusta la incertidumbre y el nudo que nos hace en el estómago. Tener la seguridad de que cada una de las enseñanzas recibidas tiene una misión, una verdad, una certeza, es una liga que pocos, muy pocos pueden jugar, y es muy fácil hablar de deber, de sacrificio, de sosiego cuando uno tiene el trasero aposentado sobre las miserias de cientos.  Para evitar esos males, bueno es buscar compañía en el mercado de segunda mano que tanto cotiza en estos tiempos de reciclaje, miseria y cambio; tiempos en los que también es difícil saber si uno tiene estafadores en la familia por necesidad, vicio o moda.
Cuando uno pertenece al lumpen del “nobleza obliga pero no mucho”, es fácil hablar a los demás de sacrificios, méritos y comportamientos ejemplares, son el tipo de cosas que siempre pedimos a los demás.
Es bello hablar de igualdad cuando uno se sabe por encima de todos, pero no, el resto sabemos que la igualdad es cosa de comunistas trasnochados que pretenden hacer creer que en la partida todos llevamos las mismas cartas, el resto sabemos que tenemos los mismos derechos, no así las mismas oportunidades, el desdentado poco puede hacer con el mejor filete de ternera argentina.
En el mundo de ellos, de los iguales, están prohibidos el pesimismo y el desánimo, es imprescindible ser absolutamente feliz, aunque para ello, haya uno de seguir y comprar los “más leídos” y asimilar sus cuatro ideas para alcanzar el éxito.
En el mundo de los iguales, el bienestar es aquello que permite a los distintos, a los superiores, a los más guapos dormir tranquilos, parece ser que últimamente les debe estar saliendo alguna ojera, el bienestar no existe, y son abuelos todoterreno acogiendo a hijos y a nietos en cuatro metros cuadrados para sobrevivir al frío, junto con los “cánceres habituales que acompañan y enquistan la pobreza”.
En fin, tanto dinero gastado en educarle, para que más de cuarenta años después sólo tengamos a un ventrílocuo de sí mismo, un histrión que movía las manos constantemente, pretendiendo con ese gesto, repetitivo y mecánico, hacer cercano lo que está lejos, muy lejos. Son manos rígidas que no transmiten nada, ortopedias que halagan el vacío como ese futuro maravilloso del que constantemente hablaba. Le escribieron un bonito discurso que repitió como un loro, hasta que un regidor soltó el consabido “¡Corten! Está perfecto”.
Nadie le dijo que los que hablaban con las manos son los mismos que hablaban con el cuerpo, cuerpos que no huelen a Calvin Klein ni a Vulgari, no nos dejemos engañar por su osadía, las manos que hablan pertenecen a Guayasamin, a cuerpos que desprenden calor y  bienvenida, algo de lo que carecen los salones sin alma que la raja británica nos vende todas las navidades.
Mientras los datos macroeconómicos anuncian tiempos felices y podemos llenar el depósito con un poco de alegría, detrás no sólo se esconde una caída al vacío del rublo y un ahogo a Rusia, también se anuncia, tímida y silenciosa, una pronunciada bajada de la demanda que esconde nuevos tiempos de recesión.
En una cosa estoy de acuerdo con él, con el ventrílocuo, no podemos debemos, debemos© echarles a todos, él incluido.

©Mª Luisa López Cortiñas



PRÓXIMAMENTE
"Semana de prodigios"

En las salas de estación ocurren cosas extraordinarias, aunque a decir verdad en los taxis también encontramos buenos comienzos. A veces, las historias, principian con un contrato, una carta o un chico nuevo que llega al colegio.
En ocasiones tenemos que volver a casa, y en otras, somos “deshauciaditos” a los que hay que sacar diez minutos de paseo. Esporádicamente el camino nos encuentra a nosotros, y hace que no volvamos a tener la misma suerte.
Al final del periplo, un lunes amanece vestido de domingo y nos regala una semana de prodigios.
Luisa L. Cortiñas

viernes, 19 de diciembre de 2014

SIN SENTIDO. TOMA UNO



SIN SENTIDO

 TOMA UNO



Aún recuerdo cuando nos lo explicaban. Debía de ser por sexto de EGB. Ese era el primer curso en el que tenías un profesor para cada asignatura. El profe de sociales (de aquellas se llamaba así y ahora han vuelvo a recuperar el nombre) era un joven sin barba, vestido con vaqueros, que agarraba su mesa de profesor con gran ímpetu cuando fuimos víctimas de un ligero movimiento sísmico.  Los pupitres de las primeras filas eran los más amenazados por el desastre, aunque los últimos nos acercábamos a la pared de forma peligrosa.  De mi baúl, al respecto, no encuentro nada más.
Como iba diciendo, creo recordar que fue ese año cuando por primera vez oí hablar de que el precio lo establecía la relación de oferta y demanda, un constructo de lo más lógico hasta que descubres que es más falso que una moneda de quinientos euros. Ahora que lo pienso, una monedita de esas estaría guay, el jefe te podría pagar con una calderilla y tú le tendrías que dar vuelta, incluso en billetitos de esos de diez. Si hubiera una moneda de esas incluso sería más fácil pillar a los ladrones, con el peso necesitarían muchas bolsas y muy fuertes, vamos, que los no podrían ir por ahí con traje y una bolsita de basura en el bolsillo interior.
A lo que iba que me pierdo. Lo de la oferta y la demanda era como muy sencillo, cuando la demanda es mucha  y la oferta poca los precios aumentan, cuando la oferta es mucha y la demanda es poca te lo regalan, y como Dios tardó siete días y lo hizo todo perfecto, la oferta y la demanda salienron a pasear una tarde, se encontraron en una calle, se saludaron y abrazaron, y conocimos lo que era un precio justo. En resumen, como esto era aburrido, se inventaron cosas como las marcas y el libre mercado para hacerte pagar más por lo mismo. En realidad los economistas se aburren mucho, y van de modelo en modelo como un play boy de quinta, que desde que se las dan de científicos triunfan mucho entre caballeros y damas.
En los últimos días el telediario lo abre la noticia esa de que el petróleo continúa bajando (algo así me imaginaba yo cuando en septiembre leí que los Rockefeller retiraban sus inversiones de los combustibles fósiles  ¡con la de dinero que han hecho con el oro negro!), como soy de natural bueno, intenté comprobar cuántos yacimientos nuevos y fructíferos habían aparecido, si la explotación de las arenas butuminosas era un manantial inagotable, si los “pocitos fracking” se habían convertido, sin yo enterarme, en surtidores eternos, de esos que cuanto más recoges más te dan. Y no, no encontré nada. Parece ser, que como las cosas no van tan bien como nos venden, aunque unos pocos sigan ganando los muchos, la demanda ha bajado; los saudís & cía (verdaderos “melapela” en toda esta historia) no quieren bajar la producción para mantener precios y de paso, joder un poco a Irán que siempre mola, los yanquis encantados de dejar sin una de las principales fuentes de ingresos a los rusos, y de paso, a falta de un golpista con credenciales, jorobar a los venezolanos que resisten todos los envites como auténticas cucarachas (a ver como sale ahora lo de ir eliminando sanciones a Cuba, de momento a Maduro se le ha puesto cara de lunes).
Por otra parte, los rusos están saliendo más espabilados de lo que parecían cuando se escondían tras un beodo, ahora tienen a un macho deportista al que la cabeza le sirve para algo más que para llevarla al fresco, un pavo de sangre caliente y cabeza fría que, de momento, apela a los sentimientos, pero calla como una puta, y tirando de refranero “el que calla otorga”.
Ciertamente desde hace unos días hay cierto descuento a la hora de llenar nuestro depósito, nunca correspondido con el de los barriles de petróleo, pero algo es algo en nuestros maltrechos bolsillos. Si a nivel micro, esto es cojonudo, a nivel macro puede ser un desastre para todos, implicados o no implicados directamente en el fregado.
Los usamericanos, en plena efervescencia “fraking” y arenas butuminosas, si esto se alarga, esos pájaros entraran en pérdidas (y si, todo muy privado, menos cuando en el suelo se abre un agujero, que papi estado para estas cosas es muy mirado) y si ya tienen por costumbre dejar rastros ferrosos allá por donde pasan, no quiero ni saber cómo dejarán el cotarro cuando tengan que huir por piernas.
Indirectamente a canarios y baleares el asunto nos puede salir bien ¿tanto dispendio para qué?, aunque en realidad sería un parón en los planes, o sea que “cesar máquinas para hoy, fraking mañana” y más canino. Directamente, a “nuestro” sector del lujo, especialmente el inmobiliario, la caída del rublo se le va a hacer muy indigesta, dejaran de pagar por casoplones de insulto, porque los rusos han resultado ser como los Montoya en versión rubia y piel blanquecina, les gusta lucir el oro que para eso lo tienen.
Pero todo esto es pecata minuta. Desde que hitlerita ha puesto a los europeos a sus pies, y éstos a los pies de los caballos yanquis (llegados acá me pregunto yo qué pensará Hitler en sus aposentos infernales de que su emula, versión “lais”, se mantenga arrodillada ante un negro -desteñido, eso sí- ), Europa se ha quedado como el Juan de “Un banco en el parque” , jodida y sola pero contenta. Si hace un par de años de “ná” el gas llegaría a nuestras tierras por dos gaseoductos como dos soles, el Nabuco y South Stream, al final, acabaremos comprando lo que tenga a bien vendernos el “amigo americano”.
Por resumir, oferta y demanda ajustan el precio según la cuadratura de “nuestros dioses”,  son algo así como la Santísima Trinidad versión laica, y si doblegan pronto al “rubiales” y al “morocho” aplicarán la subida al petróleo en un nanosegundo, y si un día el mundo produce tanto cacao que mi inversión se va al “carajo” tengo un almacén infinito para manipular los precios.
Dejo la entrada programada, esperando que los 0 y los 1 hagan su trabajo, esta noche toca manta, regaliz y morir de amor “porque un mundo enfermo sólo merece respuestas locas” o preguntas exactas.
©Mª Luisa López Cortiñas

viernes, 12 de diciembre de 2014

PINZAS Y YO. Capítulo 5: "EL DÍA QUE ME CONVERTÍ EN NINJA"







El día que me convertí en Ninja


Como ya os había contado, a la vuelta de vacaciones me regalaron un arnés color lila. ¿A qué me sentaba muy bien?






Dice la mema que todo lo que comienza algún día acaba, y así se acabaron mis paseos nocturnos, al día siguiente de convertirme en una luchadora ninja.
Os cuento. Estábamos la mema y yo con nuestro paseo nocturno, yo me detuve a escalar por uno de mis árboles favoritos y a un par de metros aparcó un coche. Yo me mantuve en mi sitio tranquila, ya estaba acostumbrada al ruido de los trastos esos.
Del coche bajó una señora que se cargó de bolsas, dio un par de viajes a su casa cargada hasta la raíz del pelo, en el tercer viaje no sólo se llevo más y más bolsas, sino que del maletero salió un perro que si se pone a dos patas le come un par de cabezas a la mema.
Yo estaba tan pancha, la mema me decía "tranquila", a pesar de que el bicho grande estaba muy cerquita mía mirándome con cara golosa. La cosa no iba mal, hasta que la mema decidió llevarme en brazos a casa y la perra se volvió loca a ladrar y a echársenos encima. En resumen, me dio por ponerme en modo ninja y deje a la mema hecha un cristo de arañazos, sangraba y todo. Parece ser, que los gatos como yo somos enemigos de los perros, y la señora no se dio cuenta de que yo era una dama gatuna de ley. ¡Con lo divina que yo soy!




En resumen, al día siguiente, a mi hora, como un reloj suizo me subí en la mesa para que la mema me colocara el arnés  y me sacara a mi paseo diario. Nunca había estado tan quieta ni tan expectante. Salimos a la calle unos diez minutos, ese fue mi último paseo, la mema temblaba cada vez que oía un ruido, y decidió entrar en casa para evitar cualquier incidente.





Desde ese día me pasa como a la mema, los dueños de los perros no me caen bien.  (Siempre que los lleven sueltos)

®Mª Luisa López Cortiñas



PRÓXIMAMENTE
"Semana de prodigios"

En las salas de estación ocurren cosas extraordinarias, aunque a decir verdad en los taxis también encontramos buenos comienzos. A veces, las historias, principian con un contrato, una carta o un chico nuevo que llega al colegio.
En ocasiones tenemos que volver a casa, y en otras, somos “deshauciaditos” a los que hay que sacar diez minutos de paseo. Esporádicamente el camino nos encuentra a nosotros, y hace que no volvamos a tener la misma suerte.
Al final del periplo, un lunes amanece vestido de domingo y nos regala una semana de prodigios.
Luisa L. Cortiñas

PUEDES VER LA PORTADA EN ESTE ENLACE.



viernes, 5 de diciembre de 2014

SIEMPRE A LA DERECHA





Siempre a la derecha

Decía Naomi Kleim algo así como que el capitalismo se ha desmelenado tanto que no necesita clientes (el único inconveniente de los libros biblioteca es que uno se queda sin citas), yo añadiría que no necesita clientes porque ha conseguido tener súbditos kamikazes, vasallos que lo aúpan aunque en el fondo saben que tendrán que hacerse un harakiri al más puro estilo Mishima.
En aquel reino capitalista, en el que lo de todos lo hicieron sólo de unos pocos, consiguieron cosas tan increíbles que en ninguna galaxia en la que imperase el sentido común se podrían creer.
Si la filosofía es la madre muerta de todos los saberes, la publicidad actual es su otro yo, del no sirve para nada al sirve absolutamente para todo. Así es como la desgracia vende lotería, un cantante perfume, una historia calcetines, los bajos precios comida, el polvo soñado desodorantes, la emigración fiambres, los políticos humo y así hasta el infinito y más allá.
Lo que hasta hace unos meses no me había pasado por la imaginación es que un ideario político simple y salomónico pudiera vender coches, o vendiendo coches nos vendieran todo un imaginario, un todo en uno, una versión ultramoderna del clásico “ya te lo dije” de mamá por el “siempre a la derecha” de papá.
Sí, me refiero a ese anuncio Guadiana de coches, que no soy capaz de localizar por internet, que comienza por un niño aprendiendo a nadar. ¿Alguien se acuerda de lo difícil que es ir recto con esa tabla diabólica cuando uno se inicia en el dulce juego del agua? ¿o esa primera bici judaica que a pesar de los ruedines iba siempre por donde no debía? ¿o esa carrera de sacos en la que no hacías nada más que torcerte? Pues sí, ese anuncio que recuerda a los infantes que siempre deben ir por la derecha, porque ir a la diestra del señor es el caminito que tenemos que seguir para no ser pastoreados por los antidisturbios cuando uno visita la capital para pedir “pan, trabajo y techo”, porque a la diestra es donde está el camino correcto, y cuando papi se desvía del hilillo hay que recordarle eso de que “siempre a la derecha papá” para que diga que "somos su chico".
El sueño de un bomber de dieciocho años era el carnet y un coche, aunque fuera de vigésima mano, los niños de hoy sueñan con artilugios tecnológicos que les alejen de eso tan peligroso para el hombre moderno llamado aburrimiento, ese hermano bastardo del “siempre tengo que estar haciendo algo”. ¡Hay que ver la manía que nos ha entrado a todos por no estarnos quietos!
La publicidad actual ya no necesita guardar sus secretos bajo siete llaves, no esconde sus intenciones, que como las del poeta, nunca son buenas. Y no, no quieren vender un coche a papá, quieren vender un coche al embrión de hombre, al niño que comienza a dar sus primeros mordiscos por la vida, al niño que aprenderá inglés para que después le digan que cómo no sabe chino, al niño al que enseñaran a emprender para ocultarle que las cartas, que se reparten siempre comenzando por la derecha, estaban marcadas.
Realmente, no sé si el anuncio me quiere vender un coche o una papeleta, pero si hoy fuera un niño, sin dudarlo, diría que me quiero comprar ese coche porque papá se sentiría con ello muy orgulloso de mí, lo dicen en su web los de seat. Sí, los hombres modernos siempre estamos orgullosos de las cosas más raras y peregrinas. Sin complejos.
He de confesar que la publicidad me gusta, la buena, la mala y la regular que diría una Gilmore, con el tiempo he aprendido que dice más de nosotros como tribu que cualquier tratado de sociología.
Por cierto, los niños venden muchos coches, todos saben que para una familia moderna, sin tiempo para respirar, es fácil replegarse a los deseos de un mocoso aunque éste no levante tres palmos del suelo.
 ® Mª Luisa López Cortiñas

viernes, 28 de noviembre de 2014

1033




1033

Mientras los poetas preguntan dónde se irán los sueños cuando nos dejan, otros, más prosaicos, se preguntarán dónde acaban las armas que abandonan las guerras.
Érase una vez un país belicoso que amaba las armas, adoraba el combate, jaleaba a sus soldados escoltados por barras y estrellas, aunque cuando algunos regresaban tullidos dejaba que su valentía la arrastraran por las calles de sus ciudades, con muñones mal tapados y el corazón a la vista.
Como los malos eran más malos cada día, cada amanecer inventaban nuevas armas, artilugios para dejar al enemigo impedido, tullido, mutilado, herido, ciego, muerto, extinto.
Llegó el día en que tuvieron tantos frentes abiertos como armas sin estrenar, tantos tanques inaugurados sin uso, tantas bombas sin guerra, que no sabían qué hacer con ellas.
No podían competir ni con los bancos que regalaban al abrir cuenta un lustroso fusil de asalto, ni con fastuosos regalos paternos. Entonces se pusieron a pensar, y pensar, y pensar… y cuando uno piensa siempre encuentra soluciones.
Eureka se dijeron, y decidieron que las armas del ejército fueran para los policías locales, la idea a todos les pareció bien, hasta que se dieron cuenta que en el mundo en el que vivían regalar algo a cambio de nada estaría mal visto.
Siguieron pensando, pensando, y pensando… hasta que uno se dio cuenta que no sólo hay pasado, presente y futuro, también existen los tiempos condicionales y las condiciones. Y así llegaron a la sabia conclusión que regalarían las armas a cambio de que el primer año tenían que utilizarlas.
A todos les pareció una idea genial, y los jefes de policía local celebraron con sus gentes que tenían lustrosos tanques de largos cañones para pasear por sus calles, tanques procedentes de Kabul, de Afganistán, tanques con historias en lugares exóticos que no querrían visitar ni en sus mejores pesadillas.
Fue así como pasó todo.
La fiesta de la calabaza (en mi pueblo sería San Mateo) estaba en su punto de apogeo, con unos cuantos borrachos armando algarabía (en la de mi pueblo es un botellón familiar, y todo el mundo, todo, está beodo a las dos de la tarde) hasta que llegaron ellos con cacharros relucientes y sus trajes nuevos, sus porras a estrenar  y sus bombas sorpresa que hacen llorar cuando estallan. Hubo trifulcas, batallas y batallitas, heridos, detenidos. Falló que hubiera un muerto.
Por eso Paul, cuando se levantó al día siguiente del evento, compró un fusil para su hijo Harry, con munición suficiente para volar una ciudad de dos mil habitantes, para que su hijo, cuando celebrase su primer botellón, pudiera defenderse convenientemente.
Es lo que tiene la mil treinta y tres, un caramelo envenenado para que nadie se mueva en las fotos perfectas que sólo existen en su mundo imaginario.
© Mª Luisa López Cortiñas

Poema (No es mío, es de Isabel Salas)
Gracias. Quejas, sugerencias, llantos lugar de costumbre.

viernes, 21 de noviembre de 2014

CUANDO FUIMOS RICOS

 

ESTAMOS DE ESTRENO


Hoy hacemos un alto en los relatos y presentamos libro. Obviamente, la imagen superior es la supuesta portada que al final no pudo ser ¡otra será!
Se publica el Capítulo 1, si te apetece más estará por Bubok. He dedecir que me he saltado todas las recomendaciones del marketing ¡qué menos que a uno le de para un refresco!
Ustedes lo disfruten y GRACIAS.

CUANDO FUIMOS RICOS  
CAPÍTULO  1


Cuando fuimos ricos cambiamos un piso de dos habitaciones, salón y un baño, por un dúplex en un barrio a las “afueras” de Madrid: cinco habitaciones, salón, dos baños, un aseo y una hermosa terraza.
Vendimos nuestra choza a una pareja joven que desbordaba ilusión y una juventud insultante por veinticinco millones de las antiguas pesetas, el palacio costaba cuarenta y cinco, cuarenta en A y cinco en B, pero no importó, habíamos pagado la mitad a toca queja, un fajo tras otro, uno tras otro, zas.
Nuestro modesto piso a dos minutos de una boca de metro de la línea dos, lo cambiamos por diez minutos de paseo a una antigua estación de Renfe. Siete años después añadieron un moderno intercambiador que permitía acceder a una nueva boca de metro. En invierno llegas moqueando con la nariz roja, en verano sudando como un carnero. Nunca nos molestó, mi mujer dijo que jamás en su vida nadie había hecho tanto por su cultura, mis hijos devoraron tanta música como bocadillos, y yo me hice un experto en el tetris.
Nuestros días se alargaron peligrosamente, de comenzar a las siete de la mañana, estrenábamos jornada a las seis y cuarto, pero tampoco nos importó. El disfrutar cada uno de nosotros de cuatro paredes y armario propio, nos daba en realidad un grado de libertad que ya no recordábamos, entre otras cosas, porque nunca lo tuvimos. Mi señora y yo sumábamos cuatro trabajos, dos mil quinientos euros dinero blanco, cuatrocientos en negro. Entonces no sabíamos que estábamos a la vanguardia entre estamentos de diverso pelaje, eso sí, no piensen mal, nunca nos dio para abrir cuenta en Suiza, ni mucho menos para visitar la ciudad helvética. 
Nuestros hijos crecían felices e ilusionados.
El mayor, un santurrón larguirucho y poco hablador, un día dijo que iba a matricularse en geología. A ello me opuse con todas mis fuerzas, convendrán conmigo que es una mariconada de carrera. Porqué a ver ¿qué hace un geólogo? ¿Estudiar cinco años para ir por el mundo con un palo en forma de “i” griega? Mi mujer, como siempre, le defendió con uñas y dientes, y si al niño le gustaban las piedras, que estudiara piedras y no se hablara más, que para eso ella se mataba a trabajar mañana y tarde. Fue así como un septiembre comenzó esa carrera absurda, y acabó un junio de cinco años después, con un futuro laboral igual a cero. A media voz, dijo que se iba a Francia a estudiar un máster en no sé qué universidad, tenía una beca que cubría parte de los gastos, pero necesitaba unos nueve mil euros. En otras circunstancias hubiera sido un problema, pero en ese dos mil cinco todos querían ser tu banco, y solicitar un crédito personal era más fácil que comprar un paquete de tabaco en el kiosko.
Ciertamente, el chico no volvió a pedir nada más, ni cuando venía unos días de vacaciones. Cuando regresó definitivamente a España dos años después, no sólo traía su máster en prospecciones petrolíferas y un contrato con no sé qué petrolera libanesa, de su brazo venía una tía rubia de interminables piernas, que estaba y está de toma pan y moja, nunca podré explicarme qué hace semejante hembra con ese meapilas; con mucho cuidado anduve y ando de no hacer ninguna insinuación a la zagala de dulce acento, la chiquilla pocas alegrías “pal” cuerpo se puede llevar con ése. 
En diferido, lo suyo no fue un gasto, todo lo contrario, fue una inversión de primera. A fecha de hoy nunca nos ha faltado un chavo en el banco para ir salvando la hipoteca. No ha dicho nada, pero el día veintiocho de cada mes teníamos el dinero disponible en el banco. No sé si es porque íbamos escasos de petróleo o qué, la cuestión es que a él no le faltaba trabajo. Saltaba de empresa a empresa y de país a país como si fuese una rana, y nos mandaba fotos espectaculares desde diferentes continentes. No presumía de su deslumbrante salario que triplicaba lo que ganábamos su madre y yo en los mejores tiempos, su gran virtud, parecía ser, fue siempre una modestia a prueba de éxitos que yo todavía no sabía apreciar en su justa medida.
A fecha de hoy, ese cabrón me ha hecho el mejor regalo: una preciosa nieta, con los ojos tan azules y el pelo tan rubio como su madre e igual de despierta y simpática, una niña en la que ninguno de los Rodríguez nos reconocemos, todos tan morenos y gitanos. Se llama Ana, tiene ya siete años y siempre ha sido perfecta. Si, ya sé que estarán pensando que eso lo decimos todos los abuelos, pero les puedo jurar que no, que mi nieta aunque no fuera mía sería preciosa y princesa, eso sí, en ese caso no lo diría porque la habría ignorado. Y sí, fui de esos abuelos babeantes que cuando vinieron de visita en el dos mil ocho se compró un iPhone “original”, sin saber que esa versión no grababa vídeo, pero como ese enero aún era rico, lo había comprado en la raja británica, y éstos no pusieron ningún inconveniente en cambiármelo por un Samsumg más modesto y con prestaciones más útiles.
El segundo de a bordo, era uno de tantos abogados con un futuro más negro que el petróleo que buscaba su hermano. Oposición aquí y allá, currículum va y viene, y con suerte, le llamaba el colega gamberrete del instituto para descargar cajas de extranjis en mercamadrid, otras mañanas me acompañaba en mi nuevo trabajo, mudanzas más negras que un pozo, como él decía, el derecho le servía para saber que si un día nos quedábamos secos de una hernia no teníamos derecho a nada, cosa que yo ya sabía sin necesidad de tanta titulación. He de reconocer que sus conocimientos jurídicos fueron muy útiles cuando  su madre y yo comenzábamos a perder trabajos como otros pelo, pudimos renegociar la hipoteca con pocas dificultades, en realidad, como ese gran piso valía en aquellos momentos tres cuartas partes de lo que íbamos a pagar por él actualmente la mitadel banco estuvo en todo momento muy interesado en que la operación culminara con éxito.
Las gemelas, en vista del panorama, decidieron que los estudios universitarios eran demasiado sacrificados y poco productivos, aunaron esfuerzos y estudiaron  peluquería, no han encontrado aún su primer empleo, pero he de reconocer que esos estudios han supuesto un considerable ahorro familiar. Nuestros cabellos son pantene, pantene. Actualmente pierden o encuentran sus energías y creatividad en un blog de moda. El blog las viste y les da líquido para invertir en lo que han establecido como su gran misión en la vida: buscar marido con posibles entre la fauna disponible del barrio Salamanca. Nunca he sabido muy bien qué hacen con tanta foto y tanto trapo, lo que puedo asegurar es que desde los diecisiete no han pedido dinero en casa. He registrado en innumerables ocasiones sus habitaciones, y he de confesar que no he encontrado nada que indique que llevan una vida oculta al margen de las convecciones, y de los valores que las hemos inculcado, aunque últimamente tengo dudas al respecto. Respecto a los valores quiero decir.
En los tiempos que corren, la línea entre el bien y lo legal es tan delgada, que no descartaba haberme pasado de rosca. No acababa de entender ese “Amores” con el que se dirigían a sus lectoras, pero no creía que ocultasen ninguna intención abyecta.
Mi señora hoy anda como loca, las niñas la han invitado a escribir un artículo para el blog. Le han pedido una receta de cocina. Llevaba horas escribiendo y corrigiendo, no sabía yo que unos modestos flanes escondieran tanta parafernalia. Ingredientes, realización y pim, pam, pum. Va a ser que no, en sus manos, esa modesta y tradicional receta se ha convertido en una alquimia hermana de la física cuántica y prima de Cervantes.
Yo no iba a ser menos, y les he dicho a las niñas que me tenían que invitar para escribir sobre estanterías, aún no me he decidido entre las expedit o las bally, de momento he comenzado a escribir este blog para “hacerme con un estilo”, ya saben eso de “si uno quiere hacer algo, lo ha de hacer bien”.

© Luisa L. Cortiñas


Si quieres continuar... ya servicio premium (parezco teleoperadora de digital plus).


viernes, 14 de noviembre de 2014

SPINING




Aurora se levantó ese día de la cama silbando, mientras sobre su camisón azul se ponía la bata de boatiné rosa. Apartó las cortinas y subió la persiana de su dormitorio. Tras la ventana se adivinaba un día ventoso con nubes amenazando lluvia, tal y cómo habían anunciado los agoreros del teletiempo, pero hoy no habría tormenta capaz de estropearle la fiesta. Sonrió para sí mientras sus entretelas se carcajeaban de ese mundo que giraba sin cesar y sin tenerla en cuenta. Los amigos que aún recuerdan o anotan fechas en modernos artilugios, la llamarán compungidos, en realidad, hacía más de dos días que recibía condolencias. Una suerte haber decidido abandonar la ciudad cuando se jubiló Ernesto, hacía ya más de doce años. Esa distancia geográfica establecida entre padres, hijos, familiares y fauna diversa, era la que permitía un grado de indiscreción sentimental impensable con su gente de siempre. Mientras disfrutaba del aroma y el sabor del primer café, una risa tonta habitaba su cara: hoy se cumplía el primer lustro sin losa. No olvidará nunca el día que recibió el pase oficial de casada a viuda, ese estado civil que le había permitido una autonomía que nunca se permitió soñar. Si bien es cierto que en los últimos años de la vida de su esposo, repetía frecuentemente la misma cantinela:
Ernesto, cuando tú te mueras, iré a clases de baile.
Cuando tú te mueras, aprenderé a jugar al mus.
Viajaré alrededor del mundo.
Y así podría seguir hasta el infinito, hasta el día que mencionó que con su muerte se desharía de todo lo que había en su despacho.
¡El despacho! Llegados a este asunto, Ernesto, en medio de su habitual sopor, le había dicho que utilizase los libros como un seguro contra la inflación y que buscase un buen perista. Su escasa biblioteca era muy rica en joyas “inencontrables” decía él, en estos tiempos de repetición y cambio. Llegado el momento, Aurora, no pudo ocultar su decepción cuando descubrió que entre aquellos estantes no vivía ningún incunable, pero al menos lo existente, le había permitido hacer un par de licenciosos viajes a Cuba.
Para ser fieles a la historia, al mus no había aprendido a jugar hasta la fecha, no por pereza, falta de ganas o tiempo, sino porque no encontraba a compañeros dispuestos. A cambio, añadió diversas tareas a su lista de deseos: pintar, modelar barro, pilates, internet, escribir nanorelatos que la ocupaban fines de semana enteros, y una cantidad ingente de excursiones.
También aprendió a decir que no.
No, eso no quiero.
No, eso no me parece bien.
No, aquí estoy a gusto.
No. Esa palabra corta y cortante se había convertido en su favorita. Siempre que la tenía que emplear procuraba arrastrar la “n” como si tuviese un guisante en la nariz, y la o la pronunciaba con la contundencia propia que ha de tener la llave que abre la puerta del mundo.
Los primeros días, después de la muerte de Ernesto, era complicado sortear peticiones de hijos y nueras para volver a la ciudad, “que qué hacía ella allí ahora tan sola” era lo que más repetían. Al ver que esos resortes no funcionaban, comenzaron a utilizar a sus nietos como moneda de cambio, “aurorita te echa mucho de menos”, muy mona aurorita, pero lo que tus papis quieren es otra canguro disponible y gratis. No. Ni loca vuelvo. No es que no les quiera, les quiere y mucho, pero ha aprendido a amarse más a sí misma. Ocasionalmente se siente egoísta, pero de forma casi automática a su cabeza vuelven sus hijos, uno tras otro, saliendo de casa amarrados a las faldas de sus respectivas, no les importó que ellos se fueran quedando solos en una casa grande que se les iba cayendo encima.
Trasladarse a un pequeño pueblo de costa con buen clima cuando la jubilación, le permitían uno de esos lujos que marcaba diferencias y clases: ejercía de abuela, y además se ahorraba farragosos festivales en los que admirar los gorgoritos de los de su sangre. Cuando sus nietos estaban con ella, sus deseos eran ordenes, y los bollos de chocolate a deshoras, costumbre. Salvo que la integridad física de los chiquillos estuviese en juego, con ellos el no tenía veto.
Hoy era día para haraganear, en realidad, así lo había planificado, exceptuando las clases de salsa a las seis de la tarde.
Aunque no se vestiría hasta que llegase la hora, comenzó a preparar la ropa. Le gustaba mucho este grupo de baile, y más de uno la miraba con ojitos, o al menos eso pensaba ella.
Abre el armario, pasea entre las ropas una mirada avariciosa y lenta. Llevará el vestido azul cielo sin mangas que compró en verano, tiene un escote en uve que le hace un pecho precioso, y un cinturón que hace que resalten sus caderas. Le quedaba como un guante, y en el local la tradición es la calefacción alta. No pasará frío.
El día lo mata leyendo historias, e inventando aflicciones que no padece para pésames tan insinceros como los lugares comunes. Imagina al interlocutor al otro lado de la línea pensando en la “pobre Aurora, tan joven aún y tan sola”, y se mata a reír por dentro mientras sus labios acompañan los lamentos ajenos.
La sesión de baile fue todavía mejor de lo esperado, y llegó a casa con la sonrisa tonta y una cierta flojera. Uno de esos caballeros que siempre viste con traje y pañuelo, la ha invitado a practicar spinning el sábado por la mañana. Ella no se ha apresurado a responderle, pero al final de la noche le susurro al oído “está bien, el sábado al lado de la catedral”, lugar habitual para todo tipo de encuentros. En el mismo tono contestó él “a las nueve nos vemos”.

A la hora acordada, allí estaba Augusto esperando, pantalón vaquero, camisa a cuadros roja, botas de montaña y plumífero. Ella un culotte negro con adornos en plata que resaltaba curvas y piernas, sudadera gris a juego con sus ojos, deportivas rosa, y un impermeable de igual color. Casi no se reconocen al llevar ambos ropa deportiva.
Un Augusto sonriente la condujo en un cómodo silencio hasta el coche, un todoterreno azul oscuro.
—Hace buen día para la práctica de spinning. A ver qué tal se da.
—Para el deporte siempre hace buen día—respondió ella sonriente.
—¿Qué tal ha ido la semana?
—Bien, entre curso y curso y curso el tiempo pasa volando.
—¡Qué suerte! Desde que me jubilé el reloj para mí no marca las horas. He comenzado este año con lo del baile. A ver qué tal se da.
—Las clases son estupendas ¡y los chicos qué paciencia tienen!
Entre halagos a los profesores, y detalles de las dificultades de determinados pasos, transcurrió el paseo hasta la orilla del mar, y de la cabeza de Aurora se fueron borrando los gimnasios posibles para la cita.
Cuando Augusto paró el motor, bajó raudo para abrirle la puerta y ayudarla a salir. Ella en vez de gracias, le dedicó la sonrisa reservada para ocasiones especiales. Aurora mira a su alrededor y no hay rastro de centro deportivo. De repente Augusto, saca del maletero botas de goma, extiende un par hacia ella:
—Espero haber calculado bien tu talla. Son el treinta y siete— mientras saca un par de cañas y se cuelga al cuello una cámara de fotos.
Ella se sienta en un banco y sí, le quedan perfectas.
—Por algo he trabajado más de cincuenta años en una zapatería— dice Augusto, mientras Aurora da gracias por no haber hablado de bicicletas.
Él se sorprende gratamente cuando descubre que ella es una experta lanzadora. Le explica que en la Asturias de su infancia solía salir a pescar con su abuelo Pepe, quien se tiraba horas y horas a la orilla del río sentado en un viejo taburete de ordeñar, haciendo lanzamiento tras lanzamiento. También cuenta que siempre llevaba dos cañas, una simple para pesca con anzuelo y otra con carrete para cucharilla. Hace años que no salía a pescar, para ser exactos, nunca ha estado con una caña a orillas del mar, pero las diferencias no le parecen demasiadas.
Lo que oculta es que odiaba ir con el abuelo, “ahora cambiamos”, “prepárame anzuelo”, “mira esas ramas, tienen sedal enganchado, desquiñona rubia que ese lo aprovechamos”, “no hay aceite, te he dicho mil veces que has de revisar la cesta”. Odiaba con toda su alma el “rubia desquiñona”, “desquiñona rubia”.
Hoy los peces no están para señuelos, y Augusto decide sentarse. Aurora le imita, momento que él aprovecha para obtener una visión privilegiada de sus nalgas.
—Esos pantalones parecen estupendos para sentarse sobre las piedras. Tendré que mirar de comprar unos. A ver qué tal se da— comenta él.
Sí, son geniales. También sirven para hacer ciclismo— dice Aurora, sonriendo mientras mira el mar.
—Ya decía yo que ese diseño me sonaba— comenta Augusto, sonriendo mientras mira el mar.
Ambos abandonan el horizonte que el paisaje les ofrece, se miran, y deciden tirarse al suelo muertos de risa, pensando, cada uno por su cuenta, que no es de las peores primeras citas que han tenido.


© Mª Luisa López Cortiñas


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viernes, 7 de noviembre de 2014

CON TU REGALO DE CUMPLEAÑOS (Reseñados 1)



RESEÑADOS  Raúl  Nieto de la Torre

Hoy comenzamos con la sección “Reseñados”. Mis reseñas unas veces partirán de un verso, otras “descuartizarán” un poemario cual carnicero, otras responderán un poema, otras… Comencemos. (Cuando se cita textual aparecerá entrecomillado y en cursiva).

CON TU REGALO DE CUMPLEAÑOS

Con el reloj sabré siempre cuando he quedado contigo y a qué deshoras he de verte; para la falda escocesa compraré un imperdible, uno de esos grandes con un pequeño forro como cuando era niña, para que mis encantos no sufran la intemperie; los gatos maullarán cuando te vayas, ronronearán cuando aparezcas y yo bailaré sobre las tejas secas; la música lenta la bailaré contigo y permitiremos al cielo llover y que nos moje.
Sabiendo que tú estás yo nunca tengo frío, y ahora sé que cuando te vayas las estrellas me darán el calor que necesite; con tus alas podré volar más alto cada día, para verte de lejos, y saber que todavía aguardas nuestras citas con impaciencia de amante.
Los besos que me diste, guardados están junto a un mechón de pelo, para saborearlos cuando estés lejos; las promesas, tus promesas las tengo bajo siete llaves y cuatro candados; el tren siempre estará parado en la estación en la que decidamos subirnos, lo sabes; con la almohada blanda viviré cada noche una aventura contigo; si tu lo necesitas te esperaré sin ropa.
Con el mar del olvido construiré una laguna sin espejo, así no existirán los sinsabores; “para las fiestas un baile con mis pies y con tu prisa”.


Este “relato” es una “contestación” a un poema de Raúl Nieto de la Torre titulado “Regalo de cumpleaños”, incluido en su poemario “Zapatos de andar calles vacías”. Es el primer libro que publicó este autor allá por el 2006, y al que en un momento u otro siempre vuelvo.
Confidencias
Quiero decirte algo
Sin levantar la voz del suelo…
Sin levantar los pies del suelo,
quiero tocar el techo con las manos
y tapar las goteras
y ajustar las bombillas
y decir (sin callarme nada)

todo aquello que a nadie le interesa.” Raúl Nieto de la Torre 

Cotilleando, cotilleando... he encontrado su blog: 
Al pie de la montaña invisible
http://raulnietodelatorre.blogspot.com.es/


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viernes, 31 de octubre de 2014

PINZAS Y YO. Capítulo 4.




LA VUELTA DE VACACIONES

Los bípedos sin duda sois gente muy rara. Por una parte esa forma de andar tan poco práctica que os impide dar saltos kilométricos y os obliga a andar con escaleras de un lado para otro, y esa manía de desaparecer sin dar explicaciones. ¡Si yo me largo de casa en una de las escasas oportunidades que tengo seguro que la mema me la lía!
La mema desapareció un montón de tiempo, el barriguita se fue después de ella y vino antes, pero la mema llegó hasta desteñida, debe ser que donde estaba no tenía playita.
Mientras ellos faltaron vinieron  tres veces al día mi capturador inicial y señora. No os podéis hacer una idea de lo bien que me saben inmovilizar y jugar conmigo.  La verdad es que tarde un pelín en pillar sus horarios, pero una vez sabida la hora les esperaba como agua de mayo, estar sola todo el día en casa es un rollo. A mí por las tardes me gusta despertar de la siesta y que la mema me deje su tripa para amasar, lavarle la ropa y de cuando en cuando asearle el pelo. Seguro que cuando ha estado fuera lo llevaba  hecho una pena.
A pesar de haber estado mejor atendida que una reina, echaba de memos al par de fitipaldis que me han tocado en suerte.
Cuando llegó el barriguita me volví loca, cuando llegó la mema le destrocé el brazo a base de arañones y mordisquitos, la verdad es que presionaba de más por la emoción. ¡Creí que ésta no volvía!
Me trajo un regalo muy chulo, aunque he de confesar que yo no tenía ni idea para que servía, por más que lo olía aquello para comer no era, y yo no tengo muchas necesidades.
Cuando comenzó a anochecer  me llamó, y me dijo que íbamos a salir a la calle, pero que para eso me tenía que poner el arnés, eso es lo que me regaló, un arnés. Aquello lila no me gustaba mucho, pero yo me quede muy quieta para que me lo pusieran y darme un garbeo. Los primeros días fueron un tanto incómodos, pero le pillé el truco y en unos plis ya no me pillaba con la cadena.
La calle es un sitio muy interesante, hay bichos que vuelan y no se dejan pillar, y también hay muchos que van atados como yo, y a los que la mema llama perros, esos deben de ser mala gente porque siempre me los quita del ángulo de observación.
Me gusta también que haya tierra y árboles, los árboles son una gozada, puedo afilar las uñas, subirme a ellos, y lanzarme sobre la mema en plan kamikaze.
Aprovechando los paseos sé volver a casa sola, me conozco bien las calles cercanas.
Por cierto, me ha salido un pretendiente. Desde mi ventana le veo todas las noches caminando guapo y orgulloso con su atlético cuerpo, dice mema que es un gato callejero, vamos que no tiene en casa una bípeda que ladre cuando van mal dadas. Por lo que he podido hablar con él yo no vivo del todo mal.


Pd: A ver si para el próximo capítulo rescato las fotos de Pinzas con su arnés lila con gatitos rosas, estaba muy elegante.


PRÓXIMAMENTE: "Cuando fuimos ricos... "
¿Alguna vez fuimos ricos?

viernes, 24 de octubre de 2014

CAFÉ


CAFÉ (Recetas simples para románticos empedernidos)

La despertó un ruido extraño, después de doscientas noches sin compartir lecho la habían desvelado los ruiditos de su acompañante. Si queridos amigos, Noelia había conseguido la noche anterior llevarse a casa un acompañante.
Cogió el móvil que había dejado como todas las noches en la mesilla, las  ocho y cuarto. No disfrutaba de los placeres de la cocina pero tenía tiempo suficiente para preparar un café al desconocido, se lo merecía después de las acrobacias de anoche. Se levantó, se dio una ducha y se dispuso a preparar un aromático café. Debajo del agua le dio por pensar que no tenía ningún sentido preparar un café a alguien con el que sólo había compartido un par de horas de conversación y un par de polvos. Ella misma lo odiaba, desayunaba una cola con donuts ¿y si a él tampoco le gustaba? Casi al mismo tiempo que la idea había rondado su cabeza ésta desapareció. A todo el mundo le gustaba un buen café casi tanto como el buen sexo.

No tenía ropa a mano, decidió quedarse con el albornoz que colgaba triste en el perchero, que no dijera nadie que andaba provocando, no era cuestión de darle de comer al vecindario de amargadas que le había tocado en suerte. Cuando atravesó el salón vio la ropa de la noche anterior esparcida en el mismo orden con el que se sucedieron las cosas, sonrió y entro en la diminuta cocina, casi todo ventanal, dispuesta a preparar el mejor café del mundo. En la despensa, al fondo, siempre guardaba un paquete para por si acaso. Allí estaba, detrás de las galletas y el azúcar, sonrió triunfante. Automáticamente comprobó la fecha de caducidad. ¡Manías de vivir sola! Su rostro quedó mudo, agosto del 98 ¿tantos años lleva sin preparar un desayuno? De repente recuerda que en los últimos años les despacha como si fuera un médico de la seguridad social. Tendrá que bajar a comprar un paquete al chino, los de la esquina tienen de todo, incluso te alquilan niño para casos excepcionales de pretendientes pesados. Se puso el vestido largo de la noche anterior. Bajó las escaleras, no fuera a ser que vestida de esa guisa se topase en el ascensor con algún vecino indiscreto, sorteó las miradas de los curiosos y regresó a casa. La cafetera italiana, recuerdo de su último amante estable, la había guardado en un hueco encima de los muebles de la cocina, se subió a un taburete, casi de forma inmediata algo viscoso quedó prendido de su mano derecha y la rescató envuelta en grasa y polvo. Debería de limpiar más a menudo. Nada más abrirla un extraño olor salió como sintiendo alivio, cogió una bolsa, tiró el artilugio, la cerró con un par de enérgicos nudos y la arrojó a la basura. Nada salía como había planeado. Cogió un vaso, abrió la nevera y cuando se disponía a servirse una cola unos fuertes brazos la asieron por la cintura:
—Me he despertado y no estabas.
—Ya ves, llevo un rato levantada e iba a preparar café.
—Te lo agradezco, pero odio el café, desayuno siempre un refresco de cola.

Noelia le vio todavía más guapo que el día anterior, de metro noventa había pasado a metro noventa y ocho, de moreno a morenísimo, de ojos castaños a color avellana promesa, de labios sensuales a dionisiacos, de un posible affaire a un hombre perfecto que nunca le recriminaría no tener nunca a punto los ingredientes y enseres para preparar un buen café mañanero.
Ingredientes:
Cafetera limpia o al menos en buen uso.
Un paquete de café en fecha.
Leer atentamente las instrucciones de uso.
Consejo:
Difícilmente tiene uno la suerte de Noelia, se me olvido comentarles que es una mujer con una flor por trasero.
®Mª Luisa López Cortiñas

viernes, 17 de octubre de 2014

OLOR A SEGUNDA TEMPORADA




OLOR A SEGUNDA TEMPORADA



-          Pinzas ¿a qué huele?
-          Miau (que quiere decir que huele a 2ª temporada, cada día nos entendemos más).
Pinzas y yo estamos preparando la vuelta.
Iniciamos en breve, con algunos cambios.
La publicación seguirá siendo los viernes, pero vamos a variar un poco los contenidos (en realidad me da pereza abrir otro blog para otras cosas). Se estrenará la sección de “falsicuentos” porque en éste nuestro país  todos los días suceden cosas increíbles.
Se mantienen los relatos de Pinzas (mientras la tía siga dando cuerda tiraré de su ayuda) y la serie de Vuelve a por otra, ésta última pertenece al blog tanto o más que las zapatillas.
La sección de reseñas comenzará a rodar, serán unas reseñas, valga la redundancia, un “tanto especiales” “al gusto de la casa”. Al mismo gusto también estrenaremos  una sección de cocina con recetas simples para románticos empedernidos.
Es más que posible que haya alguna sorpresita más, ¿a quién no le gustan las sorpresas?

Firmado:
La menda lerenda.
Copio y Pego el Me gusta/no me gusta, cada vez estoy más harta de este país sin estilo y con caspa, mucha caspa.



Me gusta no me gusta

Acabaré mis días en una isla sólo habitada por pulpos y árboles de chicle, pulpos para desayunar, pulpos para comer, pulpos para cenar, terminaré adoptando un pulpo como amigo, le daré un nombre, un lenguaje, un pensamiento, le vestiré de oropel, le convertiré en un “dulce gatito” y cualquier madrugada me ahogará. No me gusta hablar de lo que no me gusta, más pronto que tarde se me planta enfrente, me subyuga, me absorbe y me anula.
Pulgar arriba, pulgar abajo cual espectador  de un  circo romano en faceboock, juez y parte, prohibidos los toros y el  “marica el que lo lea”(1).
Me gusta:
“El libro de estilo del país” (2), de cuando el país tenía estilo y no aspiraba a ser una casa de camareros y putas.
“Las chicas Gilmore”, casi tanto o más que las manos de Guayasmin o las de la Cuarta Pared, igual de admirables.
La estúpida utilidad de los catálogos y la manifiesta inutilidad de las instrucciones.
La sonrisa de aquellos adultos que son capaces de mirar con los ojos de un niño.
Las palabra quilombo, que llena la boca como si te estuvieras comiendo el mundo.
“De lo espiritual en el arte”(3) y el arte de vivir de lo espiritual.
Las cajas de colores, de latón, de cartón o de madera.
La belleza que se esconde en algunas desgracias.
El secreto inescrutable de los números primos.
Las patatas fritas con huevos, sal y pimienta.
Algunos poemas y un puñado de escritores.
El lucro real de intenciones emergentes.
El cine bueno, el malo y el regular.
Las casualidades y la causalidad.
El olor de los libros nuevos.
El tedio de los domingos.
Las calles bulliciosas.
La teoría de cuerdas.
Jugar al chinchón.
Pasear en bici.
Las bibliotecas.
La publicidad.
Los puentes.
Los barcos.
El regaliz.
Chopin.
Tú.
“Mil maneras de morir”(4).
… Lo  que me hubiera gustado de verdad, es que hace ya muchos años alguien me hubiera dicho eso de:
-          Nena… ¿de qué te sirve saber dónde está Argentina si no te sabes pintar la raya del ojo?(5)


(1)     “marica el que lo lea” verso perteneciente al poema “Contra-orden” de Ángel González. “Muestra, corregida y aumentada, de algunos procedimientos narrativos y de las actitudes sentimentales que habitualmente comportan” 1976.
(2)     Libro de Estilo El País.  Aguilar 2003.
(3)     “De lo espiritual en el arte”. Vasili Kandinsky  1911.
(4)     “Mil maneras de morir”. Serie de televisión de docuficción  de Spike TV.
(5)     Dedicado a Leti QQCCMH.