viernes, 11 de abril de 2014

ESTRELLA

VUELVE A POR OTRA con E de Estrella





Estrella posee los ojos más negros del mundo, un pozo en los que la luz rebota y la alegría estalla. Su cabello es azabache, largo y rebelde, me cuenta siempre que todas las mañanas lo trenza con mucha paciencia. El colegio le gusta, pero sus notas no pueden ser peores, oculta su fracaso escolar con su éxito deportivo. Tiene once años y toda una vida por delante para hacer camino.


Todas las tardes viene a clase de refuerzo de matemáticas, llega temprano, y antes de entrar al aula, le gusta permanecer unos minutos en la recepción de la academia hablando conmigo.

—¿Qué tal van esas matemáticas? — pregunto. Más que una pregunta, es una cortesía para comenzar nuestra charla diaria.

—Inamovibles— me responde. Me mira con sus grandes ojos, como midiendo  posibilidades. Le sonrío, y esa es la señal para que ella se arme de valor y me pregunte.

—¿Tú sabes qué es el infinito? — mi cara es un poema entre el crucigrama y las esfinges de Egipto.

—Sí— respondo con una seguridad.

—¿Me lo explicas?

—¿Para eso no está tu profesor?

—Sí, pero no me aclaro.

Mi cabeza empieza a dar vueltas, y respondo lo primero que se me pasa por ella.

—Imagina que yo tengo todas las manzanas del mundo, y te mando contarlas.

—Eres un poco mandona ¿no? — sonríe, esta bestia no para de sonreír.

—Es un ejemplo, cuando las cuentas y llegas al número n, aparecerá otra que será n+1, y otra y otra.

—Eso dice el profesor, pero yo no lo veo— me dice moviendo la cabeza hacia los lados. Mis ojos se posan en el pisapapeles que me traje de la playa hace dos años.

—Imagina que tengo todas las piedras del mundo.

—¿Y para qué quieres tú todas las piedras del mundo?

—Buena pregunta.

No será muy inteligente, pero pregunta como si lo fuera. Los de CSI son menos incisivos y menos escépticos. Se me ocurre una idea.

—¿Estrella, tú te imaginas todas las estrellas del mundo?

—¿También todas tuyas?

—Por supuesto. Imagina, imagina que— sonrío mientras busco las palabras adecuadas— tengo todas las estrellas del mundo, y tú las cuentas una a una hasta llegar  a “n” estrellas ¿me sigues?

—Sí.

—Cuando las tienes todas, todas contadas, en un lugar del mundo nace una niña a la que llaman Estrella, y en otro lugar del mundo otra, y otra, y otra.

Ella me mira con cara de suficiencia, y yo sonrío con anticipada satisfacción.

—¿Y todas tuyas para que yo las cuente?

—Sí.

—¿Sabes? — me pregunta.

—¿Qué?

—Eres una egoísta, simpática pero egoísta.

Intento decir unas palabras, pero éstas se niegan a salir. Ella se va muy digna hacia el aula haciendo un gesto de adiós con la mano, de repente se da la vuelta, y muy seria me dice:

—Gracias.

—¿Por?

—Ya sé lo que es el infinito.

Sonrío como si me hubiera poseído una luna menguante y antes de irse me espeta:

—Pero sigues siendo una egoísta.

Ciertamente no sé si se ha enterado de lo que es el infinito, pero el principio básico del capitalismo lo tiene claro.



®Mª Luisa López Cortiñas






viernes, 4 de abril de 2014

CLARA EN EL SUPERMERCADO





Aviso: Esta es una versión del cuento  “Blanca y sus príncipes” ya publicado en el blog. Blanca es una versión de la historia basada en una mezcla de cuentos infantiles, Clara adaptada a la “ciencia ficción”.
Espero lo disfruten, y ya saben, cualquier parecido con un cuento anterior, ES CIERTA.



Clara en el supermercado


Es sábado. Un sábado cualquiera. Clara se aburre.


A Cameron Díaz le sobran 40 centímetros para estar a la altura de Clara y le faltan un par de tallas de sujetador para alcanzar su delantera. Si tuvieran que competir en un maratón y ambas llegaran al mismo tiempo los pezones de Clara, la encumbrarían como ganadora. No lo duden.


Decide ir al super a comprar unas chucherías  y después verá algunos capítulos de “Friends v. siglo XXII”. Se enfunda su anorak amarillo canarión, canarión… se mira en el espejo, se ve estupenda y además la ven en cien metros a la redonda.


El supermercado está a oscuras, genial, le gusta comprar en soledad; en cuanto se acerca a la puerta ésta se abre, se acerca al lineal de las cajas pasando el envés de su mano derecha por el lector…


239u8e8494 Bienvenido a supermercados Pichincha. Recuerde, sus dispositivos electrónicos dejarán de comunicarse con el exterior. Le deseamos una agradable visita.


El paseo por sus inmensas instalaciones con altísimas estanterías es acompañado por el “Jingle Bells” y el típico cerrar y abrir luces a su paso.  Dejando atrás 10 pasillos llega al paraíso del goloso, allí exponen las galletas, los chocolates y las tartas de merengue. Al final del pasillo ve una jaula y colgado del techo un gran cartel que anuncia la oferta… cómodas de principios del siglo XXI. Hágalo usted mismo.  90x50x110. 50 globos.  Clara saca de su bolsillo la tablet, es un tanto primitiva, pero todavía funciona y puede consultar su saldo. Se lo puede permitir, pasea alrededor de la jaula para buscar los códigos, pero es fácil, si estoy en el pasillo 11 y está al lado del último producto que es el u…¡ya está! el código es el 11v. Clara se acerca a la máquina de petición, solicita carro, código 00, galletas 11m, chocolate 11p y cómodas 11 v… al fondo del pasillo ya viene su carro y el brazo mecánico asignado que desciende del techo va recogiendo la mercancía. Clara observa fascinada el compás con el que se dirigen hacia ella,  no se da cuenta que sobre su cabeza un gran brazo se está abriendo y por algún motivo, no se dirige a las cómodas… cuando Clara se percata la mano mecánica ya la alza por los aires y la deposita en la jaula de las cómodas, es tal su sorpresa, que ha sido  incapaz de emitir ningún sonido.  Decide gritar.


-          Ayuda, ayuda- pero por allí no debe de rondar un alma, la única luz que ve encendida es la que está encima de su cabeza. Por esa vía no conseguirá nada.


Clara intenta trepar  por la jaula, pero la distancia entre el penúltimo y último barrote horizontal es demasiado grande y no puede salvarlo. Alguien vendrá y la sacará de allí.


Como no hay gran cosa que hacer, se fija en la infinidad de vías que cruzan el techo, las manos mecánicas alineadas al fondo, en realidad el ambiente es un poco siniestro. De repente, se da cuenta de que hay una pequeña luz roja, achina los ojos como si achicándolos pudiera ver más y sí, la luz roja anuncia una cámara. Decide quitarse el anorak, la verán. Baja la cremallera, se quita la cazadora, la coge por el cuello y la ondea  por encima de su cabeza.

Bien! Se encienden unas luces intermitentes naranjas, me han visto- piensa.


Se escucha, insecto de gran tamaño en pasillo 11 y un par de aspersores a su diestra y siniestra despiden chorros de insecticida. Clara tose, su rostro adquiere color sandía… ¡Tengo que salir de aquí! Abre una de las cajas, quita un listón largo, lo podrá usar como si fuera un remo, lo quita por uno de los huecos largos de la jaula, hace palanca con el suelo, pero no se mueve. ¡Esto debe tener algún freno!. Sobre una de las ruedas ve una palanca azul,  la sube hacia arriba, coge nuevamente el tablón y ahora sí, sale de allí a remo y tosiendo… Cuando llega al pasillo 6, agotada, intenta controlar la respiración, se sienta, bufa, suspira ¡Si fuera un canguro saldría de aquí en un par de saltos! –piensa.


Las luces siguen apagadas, menos las que están encima de su cabeza. Se percata de que tiene otra cámara delante, comienza a hablar con ella… ¿y si me desnudo? ¿avisarás a alguien? ¿le puedes decir a alguien que venga a buscarme? La cámara me mira, yo la miro, pero parece que nadie nos mira.


Ni un alma.


Decide ir remando hasta el lineal de las cajas, sin duda, ahí le harán caso las máquinas  de cobrar. Cuando llega, se percata de que  las barreras móviles azules, son demasiado estrechas para poder pasar con la jaula. Nada.


Se le ilumina la cara, en el parque que está enfrente de la entrada acristalada del super, están unos jóvenes de tertulia. Clara chilla y hace gestos con la mano.


-          Mira, una coreo para la nube –dice uno de los chicos.


Clara sonríe, se percatan de su presencia, me sacarán, me sacarán… Su gozo termina cuando se da cuenta de que el grupo de chicos mueve sus brazos y el cuerpo siguiendo su ritmo, mueve una pierna  y todos la imitan, da un salto y al otro lado de la calle todos saltan… Clara comienza a saltar como una loca, la jaula y los chicos se mueven a su ritmo hasta que la jaula se encalla en el tope de una de las estanterías, Clara se sienta, abraza con sus brazos sus piernas y esconde la cabeza, comienza a llorar. Los chicos dan por finalizada su colaboración. Clara piensa que nunca saldrá de allí.  Se levanta y lanza con furia el tablón remo a una de las máquinas. Saltan todas las alarmas ¡Al fin vendrá alguien!.


En un par de minutos ya está el coche de policía, acceden al establecimiento, la  alzan en brazos, Clara pisa tierra firme, la informan de sus derechos, estará detenida hasta que se esclarezcan los hechos, antes de salir a comisaria ha de pasar su mano por la máquina cobradora, solicita factura:


Cómodas 2  100 globos.

Galletas 1 globo

Estancia en el supermercado superior a 20 minutos por compra inferior  a 150 globos: 99 globos.

Uso de pesticidas 60 globos.

Gasto eléctrico adicional por activación de alarmas.  80 globos.

A pagar. 340 globos.


The End.  
Si no quieres que esto te suceda, di no a las cajas de autopago. 

¡Vaya anuncios tontos hacen hoy en día!
©Mª Luisa López Cortiñas