viernes, 27 de noviembre de 2015

LOS HIJOS DE LOS OTROS

Óleo. Autor: la menda lerenda

El cuadro no tiene nada que ver con el tema de hoy, pero después de meses y meses esperando las últimas pinceladas, que salga a la luz y se vaya con la música a otra parte.


LOS HIJOS DE LOS OTROS

Cuando las cosas van mal
nada mejor que una guerra.
Disminuye la población,
aumenta el respeto a las autoridades,
y  la estupidez,
único recurso infinito con el que contamos
se multiplica por esporas.

No hay nada más bello
que un  ejército equipado:
metralleta, cantimplora
y  obediencia por cerebro.

Ni dios, ni patria, ni banderas
claman por las esquinas los entes que ahora tienen libertad de expresión.
(La que los demás perdimos)
Las guerras todo ganancia, saben,
un cerdo que no acaba hasta que le hemos devorado el rabo.

Sí.
Aceptaré el trato
con algunas condiciones.
Todos a la guerra.
Los hijos de los partidarios
vayan abriendo filas,
detrás padres y abuelos,
y en pos de la igualdad
que no falten mujeres
en el  lugar que quieran,
que muestren a la plebe
lo bien que revientan cabezas los morteros
y  la cordura
y  la incertidumbre,
y el caos,
y el miedo.
Cuando regresen con el corazón muerto en brazos,
… Aceptaré el trato…
cuando los hijos de los otros, los de ellos
vayan,
cuando los hijos de los otros, los de ellos
vuelvan,
Cuando ellos…
Mandaremos a los nuestros.
Entiéndanme, no tengo nada en contra de las guerras,
sólo pido a sus partidarios que den ejemplo,
un buen ejemplo.
©  Luisa L. Cortiñas

viernes, 20 de noviembre de 2015

TODOS SOMOS MANOLO








¿Todos somos Manolo?         




Manolo tenía ochenta años.

Fumaba tabaco de liar

apenas el papelillo.

El pulso le temblaba tanto,

que las hebras caían ligeras como plumas sembrando a su alrededor un círculo de luna menguante.


A media mañana

bajaba los cuatro pisos,

cuatro,

que lo separaban de la bulliciosa plaza.

Sin bastón, que era cosa de viejos,

y con sus zapatillas cómodas y calientes

recorría los quinientos metros que le separaban de su bar de toda la vida.

Un café solo

y una ronditas de escoba con los amigos que resistían.


A mediodía

vuelta a casa.

Un perro despistado, sin collar , en apariencia alimentado

le acompañó aquel día hasta el portal.

Se miraron a los ojos

como un par de viejos conocidos,

reconoció la súplica en el can

que eléctrico movía el rabo.

Decidió aceptar su compañía.

Ya habría tiempo para buscar al amo.

Distribuyeron los alimentos civilizadamente:

uno, la sopa con fideo,

el otro, el pollo con carne y pellejo.

Lo mejor de la tarde fue la siesta.

Repartieron lecho, y compartieron sueños.



Esa tarde los ladridos alertaron a los vecinos.

Nadie sabía que tuviera un perro.

El patio de luces se llenó de manolos.

Nadie sabía que fuera sordo.

Cuando la vecina abrió la puerta con la llave

que tenía al efecto,

"para los contratiempos", le dijo Manolo.

Éste yacía en el suelo.

El perro lloraba su muerte.

Todos sabían que vivía solo

desde siempre.

Costumbres sin tacha.

Pocos y  buenos amigos.

Nunca se permitió un viaje a París ¡tan bella!

Ni a un Londres bullicioso.

Como mucho

viajaba en metro al otro lado de la ciudad

para ver por enésima vez la película que echaban en el planetario

y que le gustaba TANTO.

Nadie sabía que tenía perro.


Entierro sobrio

y a gastos pagos.

Ni rastro de herederos.

Ni pancartas  de “todos somos Manolo”.

Ni un minuto de silencio.

Ni llanto,

ni ladrido,

ni perro.
© Luisa L. Cortiñas

viernes, 13 de noviembre de 2015

¿SOY MALA?






—¿Soy mala? —preguntó ella mientras clavaba sus pupilas en las de él.

—No, sólo eres un poco obsesiva.

—Entonces… ¿no soy mala?

—Obsesiva.

—¿No es lo mismo?

—No.

—¿Es que él me ha dicho que soy mala?

—Miente.

—¿Estás seguro?

—¿Quieres un consejo?

—¡Si es gratis!

—“Ándate con cuidado,
que no se entere nadie
de que lo pasas bien,
que tu vida funciona,
y eres feliz a ratos.
Hay gente que es capaz
de cualquier cosa,
cuando ve una sonrisa.”1

—¡Qué bonito! ¿Eres poeta?

—No, aficionado. Sé muchos más —informa él con coquetería.

—Nunca me he tirado a un poeta.

—¡Algo te gusto!

—No. Entonces no soy mala, sólo me siento mala.

— No te ralles tanto mujer.

—Tienes razón. Voy a dormir a ver si se me pasa la maldad2.

1.       Karmelo Iribarren  “Malos tiempos”.
2.       Marta GH 16 (Frases como ésta hacen que merezca, cuando menos, la permanencia).
© Luisa L. Cortiñas

viernes, 6 de noviembre de 2015

EN MODO YOYÓ (1)




En modo yoyó (1)

En días como hoy consulto siempre con mi yo.
En ocasiones está a modo yoyó,
 y no hay forma de que me dé respuesta.
Hoy
me dice
el sinvergonzón
que con subir y bajar tiene bastante,
que al ritmo que va
no llega a los próximos turrones
ni al siguiente fin de año.
Ha salido golosón y fiestero.
Y yo me he ido cabizbaja
preguntándome por enésima vez
dónde coño anda la pianista
que hoy tampoco aparece
¡cómo si no le pagase un buen sueldo!
©Luisa L. Cortiñas