viernes, 11 de marzo de 2016

AUSENCIA




Ausencia


Aquella tarde nada más abrir la puerta echó en falta la fragancia a rosas silvestres que habitualmente la saludaba. Depositó, como era su costumbre, el bolso en el perchero de la entrada, abandonó los manolos a su suerte, y se dirigió a su habitación. La cama estaba sin hacer, tal y como la había dejado esa mañana; y en el cuarto de baño, aún estaba el peine con cabellos tristes y abandonados. ¡Algo había ocurrido! En la vida había visto semejante fenómeno. Recorrió las estancias una a una, todas continuaban con su proverbial orden, pero con las persianas bajadas. Todo cambió al llegar a la cocina. En el fuego, una olla desprendía vapor y tufo a productos de huerta. Contrariamente a lo habitual, una puerta dentro de la estancia estaba abierta. Debía de ser la despensa. Se dirigió con decisión a ella, pero sus pies tropezaron con un bulto negro, en el que sólo destacaban unos ocasionales ribetes negros.
©Luisa L. Cortiñas