LA VUELTA DE VACACIONES
Los
bípedos sin duda sois gente muy rara. Por una parte esa forma de andar tan poco
práctica que os impide dar saltos kilométricos y os obliga a andar con
escaleras de un lado para otro, y esa manía de desaparecer sin dar
explicaciones. ¡Si yo me largo de casa en una de las escasas oportunidades que
tengo seguro que la mema me la lía!
La
mema desapareció un montón de tiempo, el barriguita se fue después de ella y
vino antes, pero la mema llegó hasta desteñida, debe ser que donde estaba no
tenía playita.
Mientras
ellos faltaron vinieron tres veces al
día mi capturador inicial y señora. No os podéis hacer una idea de lo bien que
me saben inmovilizar y jugar conmigo. La
verdad es que tarde un pelín en pillar sus horarios, pero una vez sabida la
hora les esperaba como agua de mayo, estar sola todo el día en casa es un
rollo. A mí por las tardes me gusta despertar de la siesta y que la mema me
deje su tripa para amasar, lavarle la ropa y de cuando en cuando asearle el
pelo. Seguro que cuando ha estado fuera lo llevaba hecho una pena.
A
pesar de haber estado mejor atendida que una reina, echaba de memos al par de
fitipaldis que me han tocado en suerte.
Cuando
llegó el barriguita me volví loca, cuando llegó la mema le destrocé el brazo a
base de arañones y mordisquitos, la verdad es que presionaba de más por la
emoción. ¡Creí que ésta no volvía!
Me trajo un regalo muy
chulo, aunque he de confesar que yo no tenía ni idea para que servía, por más
que lo olía aquello para comer no era, y yo no tengo muchas necesidades.
Cuando comenzó a anochecer me llamó, y me dijo que íbamos a salir a la
calle, pero que para eso me tenía que poner el arnés, eso es lo que me regaló,
un arnés. Aquello lila no me gustaba mucho, pero yo me quede muy quieta para
que me lo pusieran y darme un garbeo. Los primeros días fueron un tanto
incómodos, pero le pillé el truco y en unos plis
ya no me pillaba con la cadena.
La calle es un sitio muy
interesante, hay bichos que vuelan y no se dejan pillar, y también hay muchos
que van atados como yo, y a los que la mema llama perros, esos deben de ser
mala gente porque siempre me los quita del ángulo de observación.
Me gusta también que haya
tierra y árboles, los árboles son una gozada, puedo afilar las uñas, subirme a
ellos, y lanzarme sobre la mema en plan kamikaze.
Aprovechando los paseos sé
volver a casa sola, me conozco bien las calles cercanas.
Por cierto, me ha salido un
pretendiente. Desde mi ventana le veo todas las noches caminando guapo y
orgulloso con su atlético cuerpo, dice mema que es un gato callejero, vamos que
no tiene en casa una bípeda que ladre cuando van mal dadas. Por lo que he
podido hablar con él yo no vivo del todo mal.
Pd: A ver si para el próximo capítulo rescato las fotos de Pinzas con su arnés lila con gatitos rosas, estaba muy elegante.
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¿Alguna vez fuimos ricos?