Día Uno.
Nací la primera o segunda semana de abril del año
en curso. No sé la fecha exacta, porque ya nadie se acuerda. Demasiadas
emociones juntas. Nacimos dos camadas, una de cinco y otra de tres. Nuestras
madres nos mezclaron y mamamos de la una a la otra, incluso llegaron a turnarse
para tener unas horas libres al día a salvo de crías hambrientas.
Un día, cuando ya sólo quedábamos
seis, aparecieron dos bípedos para elegir con cual de nosotros se quedaban, no
es que nos esperara una mala vida no, pero los bípedos consideran que estamos
mejor en una casa que semilibres en medio del campo. ¡Cosas de humano!
La primera víctima fue un hermano
primo naranja, “monísimo” decía ella, “muy bonito” respondía él. Murió a los
dos días. El siguiente seleccionado fue uno gris, “el gris ¿no?”, "sí" respondía
él y apostillaba “los gatos negros no me gustan”, en este segundo caso la bala
fue más certera y el gris murió al día siguiente. Al final sólo quedamos dos,
yo, negro como el carbón, y una hermana prima negra dudosa, lo digo porque es
negra con manchas. Gané la partida.
La mema decidió llamarme Pinzas, dijo
que aquello era como gran hermano y sólo podía quedar uno. Es un nombre con
poco tronío, pero creo que se llamaba así la favorita de la mema y eso puede ser
una buena señal.
El veinte de mayo vino ella a
buscarme, me escondí todo lo que pude en la carbonera, pero me dieron captura,
y me depositaron en lo que llamaron transportín y me llevaron a lo que
llaman casa.
Yo atrincherado en el transportín
Me abrieron la puerta y ahí me
quedé atrincherado, la mema no hacía más que decirme cosas para que saliera,
pero no me gustan los sitios que no conozco y echaba de menos a mis madres y
hermana prima. De cuando en cuando la mema metía la mano, pero yo, que le daba
ya mil vueltas, le hacía “puf” estirando pata y la tenía acojonada. Ahí estuve
hasta las cinco y media de la tarde, cinco horas en la casa y estaba casi
seguro de que esa vida no me gustaba.
Decidí salir y esconderme en el
primer hueco que encontré, la mema con lo mismo y yo “puf”. Tenía hambre, pero
cualquiera salía allí con la loca aquella suelta. Sobre las doce de la noche me
atreví a salir a por jamón, como la mema no hacía nada, de cuando en cuando
asomaba la cabeza, pero no estaba muy dispuest@ a hacer amistad.
Yo de excursión nocturna
Yo intentando huir de madrugada
Finalmente
abandone el hueco cuando lo llené de pis, pero encontré otra ubicación muy
chula debajo de un armario.
La aventura escapista finalizó,
cuando a las tres de la tarde del día siguiente vino mi cazador inicial a
sacarme del escondrijo y a enseñarle a la mema cómo debía de cogerme.
Yo con cara de soponcio
Esa noche no durmió nadie, el bípedo macho
decía de devolverme al campo, la hembra decía que yo no era un juguete comprado
en el Corte Inglés ¡a saber qué es eso! Como veis en las fotos, mi dueña más
que un ama de gat@ parece la mano que me va ahorcar ¡qué acojone! No me rebelé
porque tenía hambre, y la tía me dio un yogurt entero para mí sol@.
Mi primer yogurt para mi solo
Es posible
que uno viva mejor en una casa que en el campo, les iré contando.
©Mª Luisa López Cortiñas
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Mientras no me maten, seguiré matando el viernes.