Salió
así, como sin querer, sin darme cuenta. Créeme que nunca fue mi intención
hacerte daño, me estaba deshaciendo del dolor que me causaba tu abandono. El
día anterior habíamos estado follando con el mismo entusiasmo de siempre, en
uno de tus arrebatos me dijiste que me querías, lo dijiste así, como entre
dientes “te quiero”, un te quiero sin dudas, uno de esos que parecen mordiscos
en la garganta, y que me hacían reír como un gato satisfecho. Posaste tu
cabeza en la almohada extendiendo tu larga melena, sabes lo que me gusta
tu melena, tan lisa, tan rubia, tan todo. Salió así. Después de una noche como
esa, no puedes venir al día siguiente por la tarde y decir “te dejo”, que te
has cansado de “jugar a las casitas”, sí, lo dijiste así, “jugar a las
casitas”, abriste la maleta y la fuiste llenando de ropa que yo había pagado,
la colocabas de cualquier manera, como si fueran trapos de baratillo, yo
preguntaba por qué, no podía entender que me dejaras ese día después de esa noche. Tú no decías nada,
estabas igual de callada que ahora, sólo que me mirabas con odio. Ahora ya no
me miras. Yo preguntaba, y tú seguías venga a meter cosas, la maleta rebosaba
de colores, y yo fuí al salón a servirme un güisqui. Al pasar por la cocina lo vi, estaba allí, al lado del
jamón que habíamos comprado hacia cuatro días, y así, como sin querer, lo cogí,
fui a la habitación, te llamé puta y te clavé el cuchillo jamonero en el
corazón, hiciste un gesto de agarrarlo con la mano derecha, y un segundo
después, caíste desplomada sobre la cama. Tus pies colgaban, hasta ese momento
nunca había sido consciente de que eras pequeña, tan pequeña, que tus pies no
llegaban al suelo. Te cerré los ojos, daba miedo verte así con ellos tan
abiertos, y entonces reparé en el cuchillo, más de la mitad del filo estaba
fuera de tu cuerpo, hasta entonces no me había dado cuenta de qué eras muy
delgada, no recordaba yo tu cintura tan breve, tuve que recurrir al álbum de
fotos del verano para comprobarlo, y sí, eras un spaguettii sin salsa, hoy
tenías la salsa pero te faltaba el queso, siempre olvidabas el queso. El río de
sangre se había detenido, estaba todo hecho un desastre, ¡si te hubieras visto!
Me habrías preguntado qué era todo ese desorden, comenzarías por quitarle el
cuchillo, un cadáver con cuchillo ni siquiera dice bonito en las películas,
después prepararías el baño, solicitarías mi ayuda para desnudar el cadáver y
trasladarlo al jacuzzi, me recriminarías por fijarme en sus tetas, sabes que
las de ese tamaño me vuelven loco, la vestirías con un vestido largo y
vaporoso, y buscarías en internet cómo se puede uno deshacer de un muerto, de
un muerto que nadie va reclamar, ni echar de menos, de un muerto que lleva
encerrado en estas paredes más de una década, un muerto sin nombre.
Perdóname,
¿podrás perdonarme? Te dejaré en algún parque bonito. Borraré mis huellas, es
importante que recuerde que yo todavía estoy en el mundo. Me gustaría dejar una
nota, pero sé que una nota sería error. No
puedo cometer errores.
Salió
así, como sin querer, de mis labios se escapó puta, y mi mano te clavó el
cuchillo, pero fue sin querer. Mi madre decía que no me casara contigo, que las
rubias no eráis tontas pero sí muy putas.
© Mª Luisa López Cortiñas
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Mientras no me maten, seguiré matando el viernes.