Inventario
Me han dicho que tengo que hacer un inventario.
Una lista de cosas para llevar conmigo aparte de lo obvio:
una maleta breve
y un neceser con lo preciso para un resto de vida.
No dejo de recorrer la casa,
y no encuentro nada que vaya a echar de menos de verdad,
salvo la grieta del pasillo de la primera planta.
Todos los días la recorro con la mano palmo a palmo.
Me gusta el mapa ignoto que dibuja
al que ayuda mi casi ausencia de pulso.
El jardín lo llevaría entero,
junto con el río.
Tendré que conformarme con unas cuantas fotos.
Después de casi un siglo de llenar todos los espacios
¡es curioso!
Cuando vinieron a buscarme
pidieron la lista.
“No hay nada más que quiera
llevarme”, dije
“Todo está aquí
En mi corazón.
Pero me gustaría fumar un último
cigarro”.
“Lo habías dejado”dijeron.
Será el último, lo prometo.
Solicité con cara suplicante.
“Estaba ahí, justo ahí
en el borde de la valla que rodea
la casa
como si aún fuese una chiquilla
rebelde.
Nosotros colocábamos la maleta,
nos acomodábamos en el coche.
Y de repente sucedió.
Estaba haciendo volutas de humo,
y ¡zas!
Ella siempre hablaba con propiedad.
Cumplió su palabra.
Nunca entregó un inventario”.
© Luisa L. Cortiñas
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Mientras no me maten, seguiré matando el viernes.