UNA MIERDA DE POEMA
A todos los estudiantes que no disfrutarán de la bici sin
casco, de un coche minúsculo sin cinturón, de un río con pozas, ni mucho menos del
pastoreo… a cambio, con un dedo, pueden convertirse en vaqueros, astronautas,
enfermeros o futbolistas. Un mundo a medida de los sueños sólo a cambio de ser politicamente correcto.
Si, los masculinos son “aposta”. No se admiten
reclamaciones.
UNA MIERDA DE POEMA
Me llamo Ariel, como la arielita pero sin diminutivo.
No sé porque de entre todos los nombres mis padres eligieron
éste.
En mi fuero interno me llamo Paco. Bueno, en realidad
Paquito.
No me gusta la poesía, ni la que rima ni la de versos
sueltos.
Pero mi madre dice que fomenta la creatividad.
Y este mes de agosto que achicharra
dedico una hora diaria a enlazar versos y frases sin
sentido.
De diez a once es mi tarea.
Aún son y cinco.
Y no sé qué contar.
Ayer fui con papá al centro comercial a buscar los libros
del nuevo curso.
Estoy deseando comenzar a ojearlos.
Papá ha dicho que la tinta está muy fresca,
por eso he de dejarlos descansar dos días ¡cómo si hubieran
hecho deporte!
Si no tuviera prohibido usar el ordenador en la hora de poesía
estaría diseñando un cuadro con las tareas que me esperan a
partir de septiembre.
Mamá opina que es más creativo escribir a mano.
El bolígrafo educa el pulso.
El próximo año tengo un programa de lo más interesante.
Matemáticas. Soy un crack. Aunque mi abuela Obdulia dice que
no tengo ni idea.
Cuando voy con ella al supermercado, antes de que la cajera cante
el importe
ella ya me lo ha soplado al oído. Siempre acierta. ¡Sin
calculadora!
Sin duda, ella es mejor que yo con los números, pero su vida
la desperdició, según dice, en lo que llama “sus labores”.
Pérdida residual, diría mi profesor de economía.
Lenguaje. Soy un crack. Aunque mi tía Elena, escritora
fustrada,
no entiende que obtenga tan buenos resultados.
Según ella, mis redacciones son de un ordinario que asusta.
Este año también toca física y química, que no sé de qué
van,
pero me encantan las fórmulas y los mejunjes,
no necesariamente por dicho orden.
La naturaleza me gusta, pero es lamentable no hacer
excursiones para presenciar in situ los fenómenos.
La geografía es una colección de vacaciones que nunca
disfrutaré,
y estudio de tradiciones propias y ajenas.
Las personas y las ciudades no me gustan. Dan asco.
Educación física es un horror, pero rumorean que el futbol
es bueno para aprender a trabajar en equipo,
y aunque papá se ha rendido a la evidencia, y sabe que no
llegaré a nada
me obliga a jugar para ampliar mi círculo de amistades, que
cada vez se parece más a un huevo.
Yo no tengo amigos, sólo compañeros eventuales a los que
aplastaré a la menor oportunidad.
Este año comenzaré a estudiar programación.
¡Me encantan las máquinas!
Idiomas domino tres, y ahora estoy estudiando chino por las
tardes.
Las clases son divertidas.
Las imparte en la trastienda de la tienda de la esquina de
mi calle el chino que la regenta.
La trastienda es pequeña y oscura, pero la mesa tiene un
tapete verde, y las estanterías están
llenas de barajas de póker sin estrenar.
Además tienen una hija que se llama Conchita, y cada vez que
digo algo se muere de risa.
¡Es bonito ser cómico para alguien!
Ella es la única a la que hago reír hasta mearse.
En el colegio aprendo a tocar la guitarra, pero mamá me ha contratado
un profesor de piano.
Dice que el piano sí es un instrumento serio y no un trasto
para melenudos.
Este año también iré a violín. Esto es sugerencia de papá.
¡A falta de mujer el niño que acaricie algo! dice.
Dos días por semana voy a clase pintura,
después de cinco años sigo sin dominar el dibujo, y sin
saber colorear sin salirme de los marcos.
Ambos problemas se resumen en uno:
mi pulso no es firme cuando dibujo.
Da igual.
Lo importante es participar de la fiesta de la pintura.
Este año también comienzo clases de latín.
Si quisiera ser médico o abogado me facilitaría las cosas.
Un día a la semana iré a clases de filosofía.
Con mi abuela Rosita asistiré a clases de costura, no es que
ella las necesite,
es que quiere colaborar como ayudante de profesora.
Yo seré su banco de pruebas.
Ella no cobrará sueldo, a cambio, yo voy gratis.
Inditex tiene unos 125000 contratados directos.
Si todo falla, podría trabajar en alguno de sus talleres.
Aunque también está previsto aprender ruso y cocina.
Si algo va mal siempre podré ser camarero.
Mi tío me ha enseñado ya cómo funciona la maquinita ésa que
usan para hacer café,
Tardé bastante en
conseguir que la cuchara se mantuviera recta en el centro de la taza,
pero lo logré.
Con ese conocimiento siempre podré pasar las vacaciones
trabajando
en sitios exóticos y maravillosos como Benidorm.
¡Por fin!
Dejo esta mierda de poema porque ya son las once.
Hoy voy con el abuelo a recoger sandías.
A las doce tomaremos un aperitivo en el bar Manolo.
He aprendido cómo debo de pedirlo en turco.
No es que Manolo lo entienda.
Pero el abuelo presume de nieto más que nadie.
© Luisa L.
Cortiñas
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Mientras no me maten, seguiré matando el viernes.