LA PROPINA
La propina
Desde el momento que pulsó el botón ON, aquel artefacto comenzó
a sonar como si en sus tripas regurgitaran los siete enanitos y Blanca Nieves. Vuelta
a vuelta, aquella orquesta sinfónica se fue animando hasta que la soprano
comenzó con aquellos gorgoritos que podrían romper copas.
Inmediatamente corrió y pulsó el botón OFF con fastidio.
Buscó en la etiqueta exterior el número del teléfono del servicio técnico,
quienes con eficiencia inesperada se presentaron al día siguiente en su casa.
Eran dos con su mono azul correspondiente. La lavadora les
aguardaba tan inerte como ansiosa.
En cinco minutos ya
sonaba como una serenata con las estridencias estables de un estribillo:
- -- Son 80 +IVA señora. Firme aquí.
Él le dejo una moneda en la mano
- -- La propina, dijo.
Era una roñosa moneda de un céntimo de euro que no acababa
de justificar el gasto ni el daño auditivo. Con amor la guardó en el bolsillo
más secreto de su cartera, esperando que en algún momento le pudiera devolver
la inversión.
©Luisa L.
Cortiñas
y yo te seguiré
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