Hay palabras, palabras y palabras,
las hay feas como mastuerzo,
sonoras como eco,
breves como la
bravas como olé,
sinuosas como serpentina,
apestosas como pestilente,
zafias como cabrón,
insolentes como rebelde,
rebeldes como revolución,
entrometidas como enredadera,
rotundas y perfectas como quilombo,
ariscas como viento,
hermosas como belleza,
coquetas como zarzalear,
y sueltas,
palabras sueltas que aparecen un día para no irse nunca.
Cuando nos hacen la zancadilla,
sólo para obtener nuestra atención,
uno las querría utilizar a todas horas
y llevarlas en los labios en forma de beso.
Ayer encontré una de ésas,
pegadiza, sonora, contundente.
Chisgarabís queda perfecto para esos días en los que la
lluvia no quiere llover.
Hay un poco chisgarabís.
Ideal para los días en los que uno suda la primera papilla.
Me apetece beber un chisgarabís.
Estupenda para las cenas de gala.
Acérqueme el chisgarabís, por favor.
Chisgarabís es de esas palabras que hacen maridajes
perfectos
con todo
menos con el diccionario.
©Luisa L.
Cortiñas
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Mientras no me maten, seguiré matando el viernes.