¿Os lo habíais creído?
Nosotros con lo nuestro... saben aquel que dice...
Vísperas del fin de semana... los viernes son días de promesas.
SEMANA DE PRODIGIOS (Parte 9)
VIERNES
El viernes Alfonso se levantó con ánimo renovado. Ayer por la
tarde había echado a rodar su plan, las chanzas que tuvo que soportar por su
cambio de imagen, no le movieron ni un milímetro de sus intenciones. Una vez
confirmado que estas jóvenes estaban interesadas en machos fértiles que las
embarazaran para cobrar una triste pensión, decidió contar a sus amigos con mucho
secretismo, cómo él y Maruja perdieron a su único hijo en los años ochenta y
cómo a partir de ese disgusto, su mujer y él decidieron no volver a intentarlo.
Cuando todos se compadecían de su desgracia, se sintió tan bien que decidió
animar el asunto con una caja fuerte secreta que tenía en el patio de su casa,
no aclaró en ningún momento de que estaba llena, pero existir existía. Un truco
ingenioso de los antiguos dueños, que escondieron bajo la cuarta fila de piedras
un hueco para los caudales. Él guardaba ahí su marihuana, era cierto que la
cultivaba para su propio uso y disfrute, aunque a decir verdad muy de tarde en tarde
vendía alguna, pero sólo para aquellos que le daban un uso terapéutico, es
decir, cualquiera que estuviese dispuesto a pagar su precio. Antes guardaba las
joyas de su mujer, pero las había vendido hacía tiempo en el “Compro Oro”, no
tenían herederos y le recordaban a ella. Era por eso también que cuando ella se
fue, todas sus cosas desaparecieron, sólo quedaron de recuerdo las fotos, que
tal y como le dijo el psicólogo, son fuente de consuelo una vez que el recuerdo
deja de doler. Las termitas que la devoraron y los dolores que la fueron
consumiendo pasaron poco a poco al fondo de un pozo en el que ya no revolvía, y
dejaron salir las risas de los buenos tiempos, los bailes, y los paseos
solitarios a la vera del mar, cuando la primavera llegaba.
El viernes era día de paseo, comprar alguna cosa en el mercado,
tomar un aperitivo en el bar del puerto, y de pasarse por la lonja a ver si
entre los restos había algún bicho con escamas solitario de coste nulo. Siempre
decía que era para sus gatos, nadie le echó nunca en cara que no tuviera ningún
animal de compañía. Esa mañana había suerte, se habían colado un par de piezas
buenas para puré. Todo un ahorro para un desechado de la vida, que vivía de la
asistencia social y de lo poco que vendía.
Hoy tarde tocaba curso de internet, lo impartían en un local de la
Caixa jóvenes voluntarios muy amables. En vez de ir de botellón, se dedicaban a
enseñar a sus mayores los secretos de esa nueva revolución. Después de un año,
él encabezaba el pelotón de los torpes, su máximo logro era el me gusta, no me
gusta de las noticias del diario local. Pero algo era algo. No acababa de
entender los atractivos de ese nuevo invento. Genaro, su compañero infatigable
en esta tarea, lo utilizaba para ligar. Se había hecho adicto a las redes
sociales, y salvo los viernes y el fin de semana, el resto lo pasaba encerrado
en la biblioteca municipal renovando horas y horas en uno de los ordenadores
disponibles para usuarios. Cada semana tenía un nuevo romance más exótico y lejano.
Por suerte, su mujer no se lo tomaba mal, desde hacía años se decía que ella
estaba muy bien atendida por el señor de la casa grande en la que trabajaba de
cocinera. Nunca nadie pudo confirmar nada, y cuando a Genaro se le decía que
mejor haría atendiendo a su señora que buscando encantos ajenos, simplemente
reía diciendo, “¡si a esa la tengo más que contenta!”
Las tardes de viernes en casa de Laura se vestían de gala, y
derrochaban tiempo ella, sus hijos e Isolda frente al televisor. Seleccionaban
entre todos una serie, después una temporada, más tarde elegían los capítulos
que preferían, y los hacían desfilar uno tras otro, mientras se inflaban a
palomitas, chucherías varias y bebidas con gas. Para rematar la jornada, pedían
una pizza con los ingredientes más extraños que uno pueda imaginar: ternera,
atún y salami. Se llenaban de grasa y se rechupeteaban los dedos, y la
incansable Isolda disfrutaba del asueto, comparando la pizza del restaurante
con la que hacía ella, infinitamente mejor. Hoy hay doble motivo de
celebración, era viernes y estaba Ramón, que siempre adornaba las diálogos con
agudos comentarios. Se habían decidido por la cuarta temporada de “Friends”,
todos adoraban “Friends”, aunque Laura hoy preferiría “Las chicas Gilmore”,
pero seleccionar los mejores capítulos era una odisea. Al final siempre acababan
haciendo papelitos y eligiendo al azar, para después hacer trampa porque uno u
otro, consideraba que el capítulo más imprescindible de todos no estaba entre
los afortunados. La próxima semana propondrá su visionado, le apetecía ver
“Mujeres de moral dudosa”, le encantaba ese episodio. Bien pensado, mañana no
madrugaba, lo podría ver esa noche una vez acabe el maratón familiar.
Eso hará.
Luisa L. Cortiñas
CONTINUARÁ.
Siguiente (Este enlace no funcionará hasta la próxima semana).
Me han dicho que tengo que ser más agresiva con la venta del libro. Allá voy... si alguien se muere de la intriga puede comprar el libro "Semana de prodigios". Incluye trece relatos estupendos, aparte de éste. A mí los que más me gustan son "Sucedió en una sala de estación", "Se busca mujer", "Diez minutos de paseo" y "Volver". ¿Y a ti? ¿Qué cuesta escribir un comentario?
Y si prefieres leer una novelita corta, también está a la venta "Cuando fuimos ricos" para todos aquellos que nunca han vivido por encima de sus posibilidades...
Los lectores dicen...
¿Esto es lo suficientemente agresivo? EH EH EH
"PAYOOOO COMPRÁME ARGO, QUE TE LEO LAS CARTAS PARA EL VERANO..."
En el blog tendremos un "blanquito" lo del tinto está muy visto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por comentar.
Mientras no me maten, seguiré matando el viernes.