VUELVE A POR OTRA con A de Aitana
— Aitanaaaaa ¿te falta
mucho?
— Estoy en elloooo. ¡Qué
pesada es esta mujer! —dice
Aitana, entredientes con mohín cansado. Continua ordenando el cajón de los
calcetines, siempre lo deja para el final porque es su preferido.
Sí, no, si, si, si, no, ¡éste es tan mono!
Aitana lo mira… lo
introduce en su mano como si fuera una marioneta.
— Hola calcetín.
—¡Soy tan mono! Sí, sí, te gustan mis topitos rojos, azules y violetas —afirma calcetín uno.
— Te tengo que buscar
pareja, por aquí creo que he visto uno — revuelve entre los pares y pares de
calcetines perfectamente enrollados— ¡Voila! — Aitana
localiza otro calcetín en busca de pareja, lo introduce en su otra mano y le
pregunta al primero.
—¿Éste te gusta?
— Le veo un tanto soso,
tan amarillo y con esos osos azules, no sé, no sé — calcetín
uno pregunta al dos— ¿a ti te
parece que hagamos juego?
— Combinar combinamos, de
altura más o menos vamos igual y nuestro amarillo poco discreto delata que
somos parientes.
—¿Cuánto tiempo hace que estás sólo? — pregunta calcetín uno.
—¡Uf! Mi compañero se canso de estar en la canastilla de la ropa
sucia, a la diestra de unos
malolientes calcetines blancos con un par de rayas rojas, huyó por el desagüe.
— Ésos son los que yo uso
para hacer deporte —interviene
Aitana.
—¿Eh? —le miran y
preguntan los calcetines.
— Los de rayas rojas… son
para hacer deporte —les aclara
Aitana, los calcetines siguen a lo suyo.
— Ah! Entonces ¿tú sabes
cómo se las apañan para irse por esos agujeros tan pequeños? —pregunta calcetín uno.
— La verdad es que no, me
gusta vivir en el cajón —
responde calcetín dos.
— Pues ya ves, mi pareja
huyó despavorida en cuanto tuvo ocasión —relata
calcetín uno.
— Yo creo que pegáis,
debajo del pantalón no se os ve.
— Ya, nadie nos mira —dice triste calcetín dos.
— No, no somos como esos
calcetines interminables que llevan las niñas con falda y exhiben orgullosas
ante sus amigas —puntualiza
calcetín uno más triste todavía.
— Sois muy bonitos, yo si
os quiero —espeta Aitana
indignada.
— Mientes, mientes. Nos
escondes, siempre tapados, sin poder ver mundo —dicen los dos a dúo.
— Que no, que no, de
verdad, me gustáis mucho. Os salvo y así me dais las gracias —les dice Aitana.
— Creo que la niña tiene
razón, vamos a darle una oportunidad —pide
calcetín uno.
Aitana se quita los calcetines de las manos, pone uno en paralelo sobre
el otro y los enrosca. ¡Qué bien! Ya tiene un par de calcetines casi nuevos.
— Mamáaaaaa ya he acabado —informa Aitana a pleno pulmón.
Aitana deposita los recién descubiertos calcetines en el cajón y cierra.
Los calcetines continúan con su conversación. Parecen encantados de haberse
conocido.
— Uh! Que a gustito!
¡Hacia tanto tiempo que no dormía arrejuntao!
— Yo también.
—¿Estabas también en una esquina?
— Sí, pero con vistas,
aquí me temo que el sol no nos va a dar.
— Aitanaaaa, vístete que
nos vamos a la playa —chilla mamá.
Aitana abre su armario, bikini azul cielo, falda vaquera, camiseta
amarilla y sus inseparables zuecos rojos. Se mira en el espejo de cuerpo entero
de su habitación, ¡qué bien voy!, su larga melena color paja se confunde con la
camiseta y los zuecos gritan como un ahorcado… frunce el ceño… Una promesa es
una promesa. Abre el cajón y saca los calcetines “ ya no solos” ¡qué monos! Se
los pone y ahora sí, divina, está divina.
—¿Qué haces con calcetines? Quítate eso…¡con el calor qué hace! —dice mamá.
— Me gustan —contesta Aitana saltando como una
loca. Coge su colchoneta y su toalla y baja con sus padres a la playa.
— Aitana, Aitana esos
calcetines están desemparejados.
— Tú compras en Desigual y
no tienes 8 años —responde Aitana
dando vueltas alrededor de sus padres
— Vuelve a por otra —dice papá.
® Mª Luisa López Cortiñas
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Mientras no me maten, seguiré matando el viernes.