De
cómo Eladio Cruz fue el hombre más feliz del mundo el 15 de noviembre de 2013
Ventana bien cerrada.
Madrid 2013 pisa basura y huele a podredumbre. Al otro lado del Manzanares el
Palacio de Oriente, a éste el SEPE e inmigración a espuertas.
Ring, ring, ring….
¿Quién será el estúpido
que molesta a estas horas? ¡Las cuatro¡ ¡Ni estando en el paro me dejan echar
una siesta en condiciones!
—Diga...
—Eladio?
—Si soy yo.
—Soy Paco, hay trabajo legal, de uno a
tres días, 85 euros netos. Ven por mi casa con dni, lo de la seguridad social y
la libreta del banco.
—Bieeeen… ¿para?
—Limpiar éste estercolero, contrata una
temporal y están buscando gente como nosotros. Eso sí, horario nocturno.
—No hay problema. Paso por tu casa y allá
vamos.
Eladio colgó el teléfono
dando saltitos como un adolescente
frente a su primer aprobado sin chuleta, se dirigió al armario, un traje es
excesivo , pero le pareció adecuado un pantalón “de vestir” azul marino, y una
camisa gris de los viejos tiempos. Se echó una visual en el espejo y aunque los años no perdonan,
se vió resultón y pelín sexy. ¡Al menos aún tenía pelo! ¡Un trabajo! Le habían
llamado para un trabajo, tan escaso como necesario. ¡Qué más daba un día que
dos! Él, él, él que ya creía que nunca volvería a recibir dinero legal en lo
que le quedaba de vida. ¡Asegurado y todo! Mientras terminaba de acicalarse,
pensaba en lo bajo que había caído, era hacer el esquirol, pero ¿cómo iba a desaprovechar esta nueva
oportunidad que se le presentaba en la vida?
Yo, Eladio Cruz, 57
años, bachiller, 30 años de contable en
una empresa constructora, 4 años en paro. Desde entonces trabajo en casa a
tiempo completo y sin remuneración. Una vez superadas las dificultades para
aprender a cocinar y planchar con cierta dignidad, el trabajo no estaba del
todo mal, los días transcurrían entre fregonas, pucheros, conversaciones de
mercado, anuncios de KH7 y alguna partida de ajedrez en un parque cercano al
domicilio, de su amplia experiencia laboral sólo, aprovechaba
el arte de estirar hasta final del mes el escueto pecunio que ingresaba
su señora y el milagro de no deber, ni que te deban más allá de lo posible o de
lo estrictamente necesario.
Salió de casa con una
sonrisa que iluminaba la tarde, hoy era un día diferente, le temblaban hasta las
piernas. ¡Un trabajo!
Cuando Paco y él
llegaron a la sede de la empresa,
decenas de hombres como ellos se afanaban en superar un reconocimiento médico
exprés y entregar papeles a un joven atribulado encantado de merecer tanta
atención de sus mayores,
Levantaba la vista de
un papel:
—¿talla de pantalón y chaqueta?
—¿dónde vive?
—¿tiene experiencia?
Las instrucciones eran
algo así como un barrer y llenar, barrer y llenar, barrer y llenar y pin pan
pum, pin pan pum.
—Sr. Cruz Deberá estar a la 1 de la madrugada
en la plaza de los jesuitas´
—Estupendo, ¿algo más?
—Siguiente.
Eladio estaba contento
con la adjudicación, al lado de casa; eso sí, cuesta arriba, cuesta abajo,
arriba y abajo, plis, plas… un cúmulo de despropósitos urbanísticos, su barrio.
De regreso a su
domicilio, informó de la nueva noticia a su señora, quien respondió con su
infinito “algo es algo”.
La noche de autos es
fría, pero todo va transcurriendo con
normalidad… encuentra 20 euros doblados y de curso legal… ¡Sin duda hoy es su
día de suerte! Con el dinero encontrado, podrá incluso ir a comer un menú al “Granadino”,
local viejo, destartalado, sin ningún sentido de la estética, pero que los domingos reúne a la aristocracia pobre del barrio con unas
fideuas dignas y unos filetillos de pollo extraplanos.
Cerca del Carrefour
que hay en la plaza, ve al botas, al pulgas y al chirlas de reunión, como siempre.
Desde chicos siempre juntos, están muy mal encauzados, aunque sólo el chirlas
ha ido a parar en un par de ocasiones en la cárcel.
Hacia las cuatro de la
madrugada, al fondo de una calle sin salida, asoma un incipiente fuego en un
contenedor, Eladio echa a correr, pala en mano, dispuesto a abortar el
sabotaje, cuando está a un par de pasos del incipiente incendio, trastabilla, y
la pala queda encallada en un bache del asfalto mientras Eladio es lanzado
contra el muro que sella la calle.
Se oyen risas
—Joder, es el padre del merengue.
—Ha sido como en los dibujos animados.
—Mañana vendremos a mirar si ha dejado el
dibujo en la pared.
Cuan largo era se fue
despegando de la pared y así es como Eladio Cruz pasó de ser barrendero
ocasional a pertiguista fracasado.
Salió del hospital el
lunes a media mañana, orgullo herido, el pecho hecho compota de manzana y ahora
toca callar como una puta.
Declaración absurda en
comisaria:
—Vi fuego, eché a correr, tropecé y del
hospital a comisaria. No recuerdo más.
Llegó a casa ayudado
por su señora y se desplomó en el sofá como un fardo.
Ella, abandona por una
vez su proverbial indiferencia, sabe de las risas y las voces y le mira con cara de juez y parte…
—Mujer, ¡son chiquilladas! ¡cosas que
pasan por andar por ahí haciendo el esquirol!
Una desagradable e
impertinente voz rompe el discurso exculpatorio.
Proviene del patio de
luces, la cotilla de Pepi algo querrá saber. María arrastra su cansancio hasta
la ventana…
—María, María….
—Buenos días. Dime
—¿Has leído el “20 minutos”?
—No, he cambiado turno y aún no he salido
de casa.
—Te lo bajo. Sale el Ladio.
—Ladio, al parecer cuentan lo tuyo en el periódico - gritando
—Que traiga el periódico pero que no
entre, por favor, que no entre…
—Ya….
María la recibe con la
puerta abierta.
—Mira, mira en la página 7…— Pepi hace un
amago de autoinvitarse, pero un magnífico regate de María impide la invasión.
—Ya lo veo. Se lo enseñaré cuando esté
despierto. Muchas gracias.
—¿Cómo está?
—Bien, magullado, pero se pondrá bien.
Barrendero accidentado…
bla bla bla
“en
la madrugada del sábado, mientras se quemaba un contenedor, uno de los
barrenderos temporales bla, bla, bla… que responde a las iniciales ECR, sufrió un accidente bla, bla, bla… Confirman,
desde el hospital, que se le dará el alta a lo largo de esta mañana y, según el
portavoz de la ETT, recibirá las indemnizaciones que por ley le correspondan”
bla, bla, bla…
Piiiiiiiiiii
piiiiiiiiiiiiiiii
¡Qué desagradable el
sonido del timbre!
—Hola. Vengo a ver al Ladio.
—Pasa botas.
—Gritando… Ladio tienes visita —señalando al
chico de forma teatral la puerta del salón.
En la estancia asoma
cabizbajo el botas.
—Hola chaval, qué bueno verte ¿qué te
trae por aquí?
—Yo, esto… —carraspea— quería saber qué tal está el merengues —se pone rojo
hasta la raíz del pelo—,
perdón Eladioooo… Eladio hijo
—Bien, por Toulouse sigue y, para
disgusto de su madre con pocas ganas de volver… pero, pasa y siéntate ¿quieres tomar algo? ¿un
refresco? ¿un café?
—Nada, gracias.
—Y, ¿cómo te van las cosas? ¿qué tal está
tu madre? ¿y tus hermanos?
—Bien, bien, trabajando a todas horas
como siempre y ,el resto de la tribu, con mocos, como siempre.
Eladio sospecha, que como no diga nada, acabarán
hablando del tiempo…
—Arranca hombre, y di a qué has venido…
Al botas le tiembla la
voz
—¿Has hablado ya con los munipas?
—Tranquilo chaval, sé bien de qué lado
estoy. No te preocupes. No vi nada y no recuerdo nada.
El botas sonríe aliviado…
—Gracias, Eladio, gracias… sobretodo por
mi madre. ¡Menudo disgusto se iba a llevar!
—Pero ¿cómo se os ocurren esas cosas?
—No teníamos “ná” que hacer, y vimos en
un periódico que iban a subir las multas por esas cosas y decidimos hacer antes
una pequeña fiesta.
—¡Quéeeee! ¿y de dónde os van a cobrar a
vosotros la multa? ¿en carnes?
—No sé, es lo que se nos ocurrió y mira
que costó trabajo…
—¿Trabajo? —preguntó Eladio
—No creas tú que es fácil prender fuego a
un chisme “desos”. ¡Tuvimos que robar gasolina y “tó”!
—¡Estáis locos! ¿No os disteis cuenta que
es una calle estrecha, sin salida y
todos los edificios están habitados?
—La verdad es que no lo pensamos… que
vive gente y eso.
—Ya, ya.
—Por cierto —el botas le mira con una interrogación,
Eladio sonríe —tú
tampoco pensaste mucho… echarse a correr cuesta abajo, con una pala en mano al
grito de “alertaaaaa vecinos”… ¿Dónde has visto tu apagar un fuego con una
pala?
PiiiiiiiiiiiiiiiiiiPiiiiiiiiiiiiii
María se arrastra para
abrir nuevamente la puerta ¡qué mañana que llevan! ¡ni que su marido fuera el
Punset dando consejos!
—Buenos días señora, pregunto por Eladio
Cruz.
—Es aquí — Mantiene la puerta entreabierta con gesto
interrogante…
—Disculpe el atrevimiento, pero… me he
enterado de lo sucedido a su marido y que éste ha trabajado toda su vida de
contable. Dele mi tarjeta, y en cuanto esté recuperado que me llame, tengo un
puesto para él. Un hombre que defiende con esa valentía y honestidad su pan,
tiene un lugar en mi empresa, “de lo suyo”.
España necesita ciudadanos ejemplares, como él.
—Muchas gracias. No dude en que
contactará con usted.
—Gracias a usted señora. Espero contar con los servicios
de su esposo en breve.
María mira con estupefacción
la tarjeta y a un palmo del suelo se dirige al salón donde los dos hombres se
retuercen de risa…
—No sé de qué va el chiste, pero acaba de
dejarme un señor muy maqueado una tarjeta para ofrecerte trabajo. En cuanto te
repongas le llamas.
Llorando, Eladio recoge la tarjeta… Lee en alto: Rogelio Torres. Tiendas Askfon. Se la enseña al botas…
—Síiiiiii, son los de esas tiendas nuevas que están poniendo por todo Madrid. Tienes futuro, Ladio, tienes futuro. Joooder ¡salir en los periódicos tiene más salidas que una FP!
Ríen.
El botas se levanta, se da cuenta que ha dejado marca de metal en algunos baldosines, amaga un abrazo al Ladio y le susurra…
—Descansa y que María no se preocupe por… —señala las manchas— mañana vengo con el quitacementos y te lo dejo “niquelao”. Gracias, amigo.
Se despide.
Una vez se va el botas, María se repantinga en el sofá, ve las manchas, suspira.
—Mañana vendrá y limpiará las manchas. Por cierto, te informo que con la indemnización invitaré al chaval a la ortopedia ¡el pobre no sé ni cómo consigue andar!
—Ladio ¿de verdad gritabas “alerta vecinos”? —pregunta María
—Eso dicen los testigos.
Ríen… otro día tocará llorar.
® Mª Luisa López Cortiñas
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Llorando, Eladio recoge la tarjeta… Lee en alto: Rogelio Torres. Tiendas Askfon. Se la enseña al botas…
—Síiiiiii, son los de esas tiendas nuevas que están poniendo por todo Madrid. Tienes futuro, Ladio, tienes futuro. Joooder ¡salir en los periódicos tiene más salidas que una FP!
Ríen.
El botas se levanta, se da cuenta que ha dejado marca de metal en algunos baldosines, amaga un abrazo al Ladio y le susurra…
—Descansa y que María no se preocupe por… —señala las manchas— mañana vengo con el quitacementos y te lo dejo “niquelao”. Gracias, amigo.
Se despide.
Una vez se va el botas, María se repantinga en el sofá, ve las manchas, suspira.
—Mañana vendrá y limpiará las manchas. Por cierto, te informo que con la indemnización invitaré al chaval a la ortopedia ¡el pobre no sé ni cómo consigue andar!
—Ladio ¿de verdad gritabas “alerta vecinos”? —pregunta María
—Eso dicen los testigos.
Ríen… otro día tocará llorar.
® Mª Luisa López Cortiñas
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Mientras no me maten, seguiré matando el viernes.