España es diferente. ¡Y tanto!
España es el país en el que si
compartes pupitre con cualquier pelanas que acabe subiendo alto como
la espuma, tú, por acompañarle, puedes acabar dirigiendo una de las
mayores entidades bancarias del país, aunque lo único que sepas del
tema sea hacer un garabato muy mono para estampar en cartas
importantes para gentes aún más importantes, y dar garbeos por
medio mundo por una gachí de buen ver a la que duplicas años y
triplicas arrugas. Y es que ya lo decía mi madre, las compañías lo
son todo. Y muy a mi pesar, le tengo que dar la razón. Porque sí.
Si el joven e ingenuo Iñigo Errejón en vez de dedicarse a ser el
cerebro de un nuevo partido político con posibles, se hubiese
afiliado a las juventudes del PP, sería el hermano listo de Nicolás.
Pero no, el muchacho se dedica a
codearse con el lumpem revolucionario de este país, si por
revolucionario entendemos pedir “pan, techo y trabajo para todos”,
triada subversiva donde las haya, y que avergonzaría a la más
recatada y reaccionaria de nuestras abuelas.
España es el país en el que en el
reino del telemarketing triunfan los contratos verbales, ¿verbales?
Se pueden preguntar algunos. Sí, verbales, te llaman hoy para ir
esta tarde, sólo esta tarde, ya te volverán a llamar si te portas bien. Sí, te
llaman hoy para ir un par de días, una semana, unas horas.
Nunca se firma nada. Todo de palabra, como los antiguos, salvo que
en vez de un apretón de manos, te dan un telefonazo, si estás bien y si no contestas tiran de la cadena para llamar al
siguiente.
Pues sí, en este país en el que se acepta pulpo como animal de compañía, y al señor Rajoy como ejemplo de decencia, hay que pedir permiso para trabajar y vivir en el pueblo de al lado cuando uno analiza estadísticas y datos, que no se obtienen precisamente en un laboratorio lleno de probetas y elementos químicos de nombres fascinantes.
Pues sí, en este país en el que se acepta pulpo como animal de compañía, y al señor Rajoy como ejemplo de decencia, hay que pedir permiso para trabajar y vivir en el pueblo de al lado cuando uno analiza estadísticas y datos, que no se obtienen precisamente en un laboratorio lleno de probetas y elementos químicos de nombres fascinantes.
España es el país en el uno puede
dirigir un museo desde casa; puede ser asistente social de un
importante Ayuntamiento y sólo acudir un día a la semana al lugar
de trabajo para atender a los más desfavorecidos; dirigir el debate
sobre el estado de la nación y jugar con la tableta, y que los más
cool de tus compis defiendan tu derecho al juego durante las horas de
trabajo; pero para realizar un trabajo llamado “La vivienda en
Andalucía: diagnóstico, análisis y propuestas de políticas
públicas para la desmercantilización de la vivienda” uno ha de
estar en el despacho de la facultad de ocho a cinco, o de nueve a
seis, o de... con una horita para comer.
En este país, yo tengo que aceptar que
aquellos a los que se paga para solucionar problemas no sólo no lo
hagan, sino que los crean y además se ausentan constantemente de su
puesto de trabajo (al último debate del estado de la nación me
remito). Yo tengo que aceptar que hispanistas, sociólogos,
economistas, y tropecientos especialistas más disfruten de contratos
universitarios viviendo y trabajando donde les peta, excepto Errejón.
Si a él se le inhabilita, quiero la
inhabilitación inmediata de todos los demás. YA van ustedes con
mucho retraso, y quiero que se pongan manos a la obra. Voy a pensar que al chico "me le han cogido manía".
®Luisa
L. Cortiñas
Si este fin de semana te apetece leer relatos cortos sin tener que navegar sin remos por el archivo del blog, puedes descargar la temporada 1 desde este ENLACE. Sólo te pedirán e-mail con un enlace muy largo, pinchar y en menos de un minuto Boom ¡en pdf!
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Mientras no me maten, seguiré matando el viernes.