Rivera en el ruedo
Decía Isaac Rosa, no hace mucho, que
Albert Rivera era el yerno ideal, lo que yo no podía prever en aquellos
días es el arte torero del charnego. ¡Bizca me deja!
Se tiró a la arena política hace
ya algunos años, desnudo y torciendo el gesto a los nacionalistas catalanes.
Este año 2015 arrasa en todas las
plazas, es el torerito de moda desde que en las autonómicas andaluzas salió a
hombros por la puerta grande. Un soufflé que poco a poco se ha ido desinflando,
pero no por ello ha dejado de salir victorioso.
Salta al ruedo nacional en las
últimas locales y autonómicas vestido de oro y plata cortesía del Ibex 35, con
adornos rojiazules del PPSOE, con el objetivo de conseguir dar una vuelta al
ruedo en el que la plaza gire con él, como un tornasol en torno al astro.
Como buen torero clásico, comenzó
en el centro del ruedo con una verónica, que llama al votante ora a la derecha
ora a la izquierda, un pase perfecto para recibir a los nuevos ¡qué uno nunca
sabe en qué dirección tomarán el trapo! Continúa faena con unas navarras,
huyendo sin huir del confiado al que envuelve con una revolera que no puede
dejar de admirar el incauto.
Acaba el capote con unas serpentinas,
que siempre son un remate vistoso para esta suerte.
El torero saluda satisfecho a los
tendidos.
Queda lo más difícil, colar en el
último tercio, los derechazos como
naturales, y lo que ya no funciona como sentido común. No sale mal. Para finalizar
unas manoletinas en honor al maestro, muerto por atención inadecuada más que
por cornada certera.
La plaza aplaude enfervorecida,
mientras él se ajusta la chaquetilla, y empuña con orgullo un ramillete de
votos “despistaos” ante los vítores y los pañuelos blancos que ondean en la
plaza, mientras, la corrupción entra indultada en chiqueros, con apenas tres
pares de cornadas de única trayectoria y corto recorrido, que pocos costes
ocasionan al satisfecho ganadero.
Como la puerta grande no se acaba
de abrir, abandona el traje y decide hacerse alguacilillo, profesión (teóricamente)
menos arriesgada, ya que al fin y al cabo, consiste en obedecer a los mecenas,
y con maestría, administrar las llaves de toriles abriendo puertas o cerrando
ventanas, según se tercie.
Cuando la luz de la plaza se
apaga y sólo queda el silencio, los burladeros madrileños, valencianos y
andaluz siguen en el mismo lugar, y jugando al mismo juego.
¡Olé maestro!
©Luisa L. Cortiñas
PD1: Todo
esto siempre que algún desacuerdo de última hora no me desorganice el tinglado.
PD2: Espero con ansia el tamayazo
anunciado, previsto o adivinado por los “tamayistas” más fans (voy a comenzar a
morderme las uñas ¡nunca es tarde para nuevos vicios”). En realidad este quite, podría ser la
estocada maestra que permita botarles a todos en las próximas generales.
Muy de acuerdo con el retrato del naranjito y con la PD2
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