Mil disculpas, los hados de la programación me la han vuelto a jugar. ¡Ains!
Vamos por la "parte 6". Seguimos con el miércoles.
Si te has perdido el capítulo anterior pincha en el enlace. ¡Buena lectura!
Si lo has encontrado hoy y te apetece saber qué ocurre desde el principio pincha este enlace.
SEMANA DE PRODIGIOS (Parte 6)
Laura
salió de casa hecha un figurín. Sin duda, su
admirador secreto la observaba por las mañanas cuando se dirigía a su lugar de
trabajo. Hacía ya tiempo que no se ponía falda, pero esa mañana apetecía, todo
invitaba a airear las piernas y que fueran adquiriendo un poco de color. Desde
que había conseguido destino en aquella modesta ciudad de treinta mil almas iba
a su trabajo andando, ya casi se había olvidado del coche. En menos de un par
de años los pitidos se habían convertido en algo lejano y ajeno. Recuerda sin
añoranza aquellos atascos interminables para entrar en la capital que la habían
empujado a levantarse dos horas antes para evitar la hora punta, y pasar tres
cuartos de hora en la cafetería de al lado del ambulatorio, dando vueltas al
café y haciendo familia con los compañeros. En aquel tiempo discutía con Ramón,
que no entendía tanta entrega laboral. Él no necesitaba madrugar tanto, y
tampoco se preocupaba demasiado, el trabajo iba sobre ruedas y los contratos en
el mundo de la construcción en pleno “boom” se firmaban entre comida y comida.
Lo de él era dinero fácil, ella en cambio siempre salía un par de horas más
tarde de su hora, le gustaban las personas, le gustaba escucharlas. Era cierto
que se preocupaba más de lo normal, y que en ocasiones los problemas ajenos los
hacía propios, esto provocaba que consumiera gran parte de su tiempo libre en
investigar otros campos médicos. Su interés y constancia había hecho que fuera
apreciada por gran cantidad de especialistas, que siempre procuraban mimar un
poco más, si cabía, a los
pacientes que ella les enviaba.
Ya estaba este miércoles a las puertas del ambulatorio, un
edificio gris de dos plantas, amplio y luminoso, como dictaban las nuevas
modas. El guardia de seguridad, que habían contratado recientemente para evitar
pequeños incidentes, provocados más por las miserables decisiones de algunos
políticos que por los malos humos de los pacientes, la recibió con una gran
sonrisa poco habitual en él.
Al saludar a las chicas de recepción con un alzado de mano, éstas
sonrieron y con gestos le indicaron que se acercara al mostrador. Hoy tenía dos
sobres de dos pacientes. Los habituales y crónicos solían dejarle sus
necesidades en un sobre, ella incluía los medicamentos solicitados en su
tarjeta y se ahorraban pasar por consulta. Le gustaba ese método, no era el
habitual, pero cuando uno pagaba tenía derecho a comprar el ibuprofeno con el
descuento correspondiente. Estaba un poco desilusionada cuando no le dieron
ningún sobre azul, su admirador había utilizado un sobre azul. Cuando ya se iba
ir una compañera la agarró del brazo y le dijo que esperase, se agachó y de
debajo del mostrador levantó un inmenso ramo de rosas rosas y amarillas, sus
favoritas.
—Ahí hay al menos dos docenas —exclamó sonriente—, además son mis
favoritas. ¿No tienen tarjeta?
—Tarjetón, diría yo.
—Sí, tarjetón —dice Laura, mientras coge el gran sobre azul—. Me
voy a la consulta.
—Ya contarás que dice.
—A ti te lo voy a contar yo.
Laura no podía estar más feliz. Desde niña le gustaban los colores
rosa y amarillo, siempre le parecieron la combinación perfecta. Dejó de vestir
de amarillo el día que la cool de su
curso le dijo “no hay campo sin grillo, ni hortera sin amarillo”. A ella nadie
la llamaba hortera. No volvió a vestir dicho color, pero se vengó con las
sábanas, las cortinas, las paredes, los manteles. Su casa era un homenaje silencioso
al amarillo y al rosa chicle. Ahora ya no le importaba lo que los demás
dijeran.
A media mañana, decidió que esta tarde se compraría un vestido de
dicho color.
En cuanto llegó a casa, entró como una ráfaga de viento y se
dirigió al cuarto de Laura.
—Hola cariño, ¿qué tal todo?
—Bien, todo bien. Mamá, ¿has venido corriendo?
—Más o menos. Oye, ¿sabes si el amarillo es tendencia para el
verano?
—Sí, el amarillo cítrico, pero también se llevan los pasteles, las
veladuras, ¿y ese interés por la moda?
—Había pensado en ir esta tarde de compras. ¿Tienes tiempo para
acompañar a tu anciana madre?
—Para ir de compras siempre tengo tiempo, no hace falta que digas
que eres una dulce ancianita para convencerme.
—A las cinco en la cocina. No falles.
—Como un clavo.
Llegaron a casa inundadas de bolsas, habían renovado el armario
para la próxima temporada, y Laura se hizo con un vaporoso vestido amarillo de
tirantes que le quedaría estupendo cuando se hubiera puesto un poco morena. La
niña se había vuelto loca, y llevaba de todo.
La verdad es que fue una tarde estupenda. Laura hija estaba
encantada de ver a su madre tan feliz, desde que papá se fue con la fresca ésa a
la que dejó preñada, no estaba la pobre para muchas alegrías. Hoy la había
visto realmente muy contenta e ilusionada.
Luisa L. Cortiñas
Luisa L. Cortiñas
CONTINUARÁ.
Siguiente (Este enlace no funcionará hasta la próxima semana).
Si a alguien le mata la intriga (no creo, los políticos me hacen competencia desleal) y no puede esperar, está a la venta, se puede enlazar en la foto de portada.
Del resto, ya saben, que como buena gallega, aparte de los viernes publico cuando me peta.
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Mientras no me maten, seguiré matando el viernes.