viernes, 30 de mayo de 2014

PINZAS Y YO. Capítulo 1: De gato "campero" a "gato doméstico"




Día Uno.

Nací  la primera o segunda semana de abril del año en curso. No sé la fecha exacta, porque ya nadie se acuerda. Demasiadas emociones juntas. Nacimos dos camadas, una de cinco y otra de tres. Nuestras madres nos mezclaron y mamamos de la una a la otra, incluso llegaron a turnarse para tener unas horas libres al día a salvo de crías hambrientas.

Un día, cuando ya sólo quedábamos seis, aparecieron dos bípedos para elegir con cual de nosotros se quedaban, no es que nos esperara una mala vida no, pero los bípedos consideran que estamos mejor en una casa que semilibres en medio del campo. ¡Cosas de humano!

La primera víctima fue un hermano primo naranja, “monísimo” decía ella, “muy bonito” respondía él. Murió a los dos días. El siguiente seleccionado fue uno gris, “el gris ¿no?”, "sí" respondía él y apostillaba “los gatos negros no me gustan”, en este segundo caso la bala fue más certera y el gris murió al día siguiente. Al final sólo quedamos dos, yo, negro como el carbón, y una hermana prima negra dudosa, lo digo porque es negra con manchas. Gané la partida.

La mema decidió llamarme Pinzas, dijo que aquello era como gran hermano y sólo podía quedar uno. Es un nombre con poco tronío, pero creo que se llamaba así la favorita de la mema y eso puede ser una buena señal.

El veinte de mayo vino ella a buscarme, me escondí todo lo que pude en la carbonera, pero me dieron captura, y me depositaron en lo que llamaron transportín y me llevaron  a lo que llaman casa.

 Yo atrincherado en el transportín

Me abrieron la puerta y ahí me quedé atrincherado, la mema no hacía más que decirme cosas para que saliera, pero no me gustan los sitios que no conozco y echaba de menos a mis madres y hermana prima. De cuando en cuando la mema metía la mano, pero yo, que le daba ya mil vueltas, le hacía “puf” estirando pata y la tenía acojonada. Ahí estuve hasta las cinco y media de la tarde, cinco horas en la casa y estaba casi seguro de que esa vida no me gustaba.

Decidí salir y esconderme en el primer hueco que encontré, la mema con lo mismo y yo “puf”. Tenía hambre, pero cualquiera salía allí con la loca aquella suelta. Sobre las doce de la noche me atreví a salir a por jamón, como la mema no hacía nada, de cuando en cuando asomaba la cabeza, pero no estaba muy dispuest@ a hacer amistad.

Yo de excursión nocturna

                                       Yo intentando huir de madrugada                                                      
                           
Finalmente abandone el hueco cuando lo llené de pis, pero encontré otra ubicación muy chula debajo de un armario.

La aventura escapista finalizó, cuando a las tres de la tarde del día siguiente vino mi cazador inicial a sacarme del escondrijo y a enseñarle a la mema cómo debía de cogerme.

   Yo con cara de soponcio

Esa noche no durmió nadie, el bípedo macho decía de devolverme al campo, la hembra decía que yo no era un juguete comprado en el Corte Inglés ¡a saber qué es eso! Como veis en las fotos, mi dueña más que un ama de gat@ parece la mano que me va ahorcar ¡qué acojone! No me rebelé porque tenía hambre, y la tía me dio un yogurt entero para mí sol@. 

  Mi primer yogurt para mi solo 

Es posible que uno viva mejor en una casa que en el campo, les iré contando.
©Mª Luisa López Cortiñas


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Mientras no me maten, seguiré matando el viernes.