viernes, 31 de enero de 2014

EURO Y MEDIO DE FELICIDAD






—Manueeel, ya ha llegado la carta —alza la voz una mujer bajita, ojos chinos, unos kilos de más, cabellos nieve. Se mueve lenta y torpe, pero con cierta coquetería.
—Bien, vamos a leerla —contesta su marido, calvo, flaco, gafas de pasta con cristal culo de botella.
Ambos, con gran ceremonia, se sientan en el sofá. Ningún telediario puede estropear ese momento. Ella cruza las manos sobre las rodillas juntas, muy juntas, y él lucha con su pulso, intentando abrir el sobre con un cuchillo sin causar daños. Odia los sobres con desperfectos.
Estimado señor  López… nos congratula informarle… 1,50 €uros… comenzarán a cobrar desde…
—¿No nos llega?
—No, no llega.
—¿Nos permitimos algún capricho?
—¿Chocolate relleno de avellanas?  —sugiere Manuel.
—Llevo conmigo los turrones navideños —responde ella, señalando su cadera con gesto provocativo—. Alegra esa cara, se nos ocurrirá algo.
Acabaron de recoger la casa, inspeccionaron con ojos expertos la cocina, el caldo para la sopa preparado, y sin más tarea, bajaron a la calle y a su acostumbrado paseo.
Principios de mes, día de cobro.
La sucursal bancaria de la esquina, hoy sin yayoflautas a la entrada, bullía en su interior de ancianos. En cuanto el Estado hacia el ingreso, acudían presurosos a retirar sus dineros.
—Buenos días señor López.
—Buen día don Pepe, ¿qué tal? Hoy sacamos trescientos un euros con cincuenta céntimos.  Nos han subido la paga  —informa con una sonrisa de oreja a oreja.
—Bah —contesta el cajero —para un cafelito.
—Uh! nosotros tenemos dificultades para invertirlo —replica don Manuel riendo y mirando a su mujer.
El cajero extiende hacia Manuel seis billetes de cincuenta y dos monedas.
—No, don Pepe, por favor, las monedas las queremos nuevas, de esas que brillan.
El cajero sonríe, mientras busca el paquete de monedas a estrenar, piensa en las innumerables manías que el paso del tiempo deja en las personas, lleva toda una vida al servicio de sus caprichos. Éstos no son de los peores. Recoge las monedas usadas, y les facilita dos que brillan como el Sol. Obdulia las acaricia y admira.
Una vez en la calle, se disponen a dar el acostumbrado paseo por el barrio.
¡Más de cuarenta años en puente de Vallecas! Se hicieron adultos  y viejos, al ritmo que se consolidaba el barrio. Pasearon por calles sin asfaltar;  defendieron con uñas y dientes pequeñas casas de planta baja;  asistieron a la construcción de edificios altos, y más altos todavía; en los ochenta, vieron entregarse al mundo de las drogas a una juventud rebelde y sin demasiado futuro;  hoy contemplaban atónitos cómo volvían las luchas vecinales, y el regreso al hogar paterno de adultos de ojos cansados.
Recientemente, habían abierto una administración de loterías, al pasar delante de la puerta se miraron, y con la complicidad que dan cincuenta y dos años de convivencia, decidieron que aquella sería su inversión.
—Para el sorteo de hoy, hasta euro y medio.
No daban crédito, cuando a la mañana siguiente, la maquina indicaba que su boleto tenía premio. Boleto mecanizado, suerte de byte. Dos mil quinientos uno con ochenta y ocho €uros.
La dueña de la administración, empieza a refunfuñar.¡ Menudo fario lleva! Rellenar nuevamente un 230.
—Tengo que cumplimentar esto para Hacienda, ya ven, por uno con ochenta y ocho €uros lo que me toca hacer. Se les va a quedar la cosa en… lo redondeo en treinta y ocho… dos mil quinientos uno con cincuenta €uros.
Manuel le facilita, sonriente, el DNI.
—No tenemos prisa. Nunca nos ha tocado nada.
Con el dinero caliente y la cabeza fría, se dirigen a la agencia de viajes del barrio, quinientos metros les separan de elegir su destino. Antes de entrar, revisan las ofertas de los expositores, en realidad, todos los días, se paran en ese escaparate como dos niños ante una tienda de golosinas, les gusta el color de los folletos y el desde de las ofertas, más que el dónde…
 Túnez 8  días… desde 325€, Italia  7 días, Lanzarote y un largo etc.
Una vez entran en la agencia, les recibe una rubia de catálogo, metro ochenta con sonrisa profident…
—Queremos contratar un viaje.
—Ya no nos queda nada del IMSERSO.
—De esos viajes no, queremos ir a París y ver la torre esa—Manuel mira a su mujer, y piensa, que al fin y al cabo, podrán hacer el viaje de sus sueños.
Mil ciento noventa y nueve euros, seis días en la ciudad de la luz, según la rubia, en un coqueto hotel de cuatro estrellas, en el que les ha asegurado, serán atendidos en castellano.
Cuando salen, se miran, y sin nada decir, saben que ambos piensan que con tanto español en el extranjero, no van a tener problemas con el idioma.
—En ese hotel no tendremos que pelear con nadie por los cruasanes —comenta Obdulia
Ríen al unísono, recordando las peleas gastronómicas en los viajes del IMSERSO, y las extrañas competiciones entre abuelos de vacaciones indefinidas, y adolescentes de viaje de fin de curso.
—Mucho colesterol, tensión alta, artritis, y hay que ver la agilidad que se gastan algunos —añade él.
Entre carcajadas y miradas cómplices se dirigen a la biblioteca, como todas las mañanas. Tanto en verano como en invierno, la Biblioteca Pública de Retiro, un armatoste de ladrillo rojo visto, ofrece buena temperatura y mejor conversación.  Al entrar, saludan a sus conocidos, con la felicidad desbordando arrugas y achaques, e instalando, en los ojos de ambos, una ilusión. A todos hacen partícipes de su buena suerte, y como todos los días, repasan los periódicos y la sección de DVD. Hoy se llevan “La fiera de mi niña” ¡la disfrutan tanto! En sus principios tampoco se llevaban bien.
Al salir, ya en la acera, se paran a departir con un par de jóvenes.
Una moto entra por el centro de la acera, al pasar al lado del matrimonio, uno que va de paquete tira del bolso de Obdulia, ésta no lo suelta y cuando la moto acelera, es arrastrada hasta que su cabeza golpea contra una jardinera. Cuando llegan para socorrerla,  la sangre sale a borbotones de su cabeza. Mientras varios testigos llaman al 012, Manuel sólo puede contemplar cómo se le va escapando la vida, gota a gota.
Dios no les dio hijos, y el diablo no quiso darles sobrinos, a cambio, se habían tenido siempre el uno al otro. No deja de preguntarse ¿qué será de él ahora?
Al entierro acudió medio barrio, como diría la difunta, “ha sido precioso”.
Hoy como ayer,  le ha llevado comida su vecina Remedios, puré de verduras y un filete de pescado. Hace el esfuerzo, pero no hay apetito.
Han pasado tres días y aun no se hace a la idea de que ella no está. Los ojos están secos y el cuerpo lo siente vacío.
Lleva horas y horas haciendo zapping, si él fuera Kate Becket, estaría buscando hasta debajo de las piedras a ese hijo de la gran puta, y sin esperar ni azules ni jueces, vengaría su muerte. Mira sus manos, llenas de arrugas y manchas, que en ocasiones se mueven con vida propia, y le recuerdan, que ya no tiene edad ni tiempo para hacer justicia.
Mientras en pantalla se produce un tiroteo, Manuel se levanta, en el mueble del recibidor hay un cajón con cerrojo, se quita la cadena que lleva al cuello, de la que cuelgan un pequeño Cristo y una llave diminuta.
Abre el cajón, saca la pistola, la acaricia, recuerda la primera vez que tuvo una en las manos, la primera vez que dio pleno en la diana, la primera vez que utilizó una para disparar a un hombre. Comprueba las balas, y ruega a Dios que nada falle.
© Mª Luisa López Cortiñas


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viernes, 24 de enero de 2014

YO NO SOY MALO



Yo no soy malo

Hoy toca diana a las 04h30. Oscuridad de lobo y frío polar.
Felipe se va enfundando en su uniforme, camisa, pantalón, casaca, chaleco con protección delantera y trasera, protectores de hombros, codos, antebrazos, abdomen y genitales, musleras, rodilleras, espinilleras, protectores de tobillo y empeines y manoplas para proteger las manos, botas con puntera reforzadas, escudo y armas reglamentarias, sólo se pondrá el casco en el momento de salir de  la lechera.  Mientras se disfraza, recuerda con añoranza cuando entró en el cuerpo, también, cuando por fin aprobó los exámenes para antidisturbios… ¡Un puesto dorado! Mejor sueldo y menos trabajo, mayores riesgos, sí, pero no solía pasar la cosa de cuatro pedradas, tres contenedores o dos hooligans borrachos. Ahora las cosas habían cambiado, hoy no iba a proteger a los buenos de los malos, como le habían enseñado en la academia, hoy era el perro de sus amos… Hoy tocaba diana para el tercer intento de desahucio de un anciano matrimonio y su hijo deficiente, en su barrio, a dos números de su casa. El orgullo y  entusiasmo que Felipe siempre había mostrado por su profesión, se había convertido desde hace tiempo en vergüenza. Por suerte, con el disfraz era difícil reconocerle y ocultaba su profesión como si fuese un vulgar delincuente.
Felipe conoce al matrimonio desde niño, lo suyo no fue ninguna aventura inversora, avalaron a uno de sus hijos, quien después de un matrimonio poco afortunado y un par de decisiones equivocadas, cayó e hizo caer a los suyos, como fichas de dominó, fueron dejando años de esfuerzo para que otro recogiera los frutos.
La primera vez, no podía mirar a don José a la cara, pero éste posó su mano en su hombro y supo que él sabía. ¡Es que esto no debería ser! Habló con sus mandos para solicitar que no le volvieran a destinar a este tipo de tareas en su barrio.  
Hoy no tengo efectivos suficientes con tanto lío. De todas formas, con el casco no es os ve, y los códigos, ya sabes, hacemos todo lo posible para que no podáis ser identificados. Échale un poco de cojones.
Ya, ya… es tan fácil de decir, pero hace falta una desvergüenza de la que por momentos carezco,  por suerte, en cuanto me pongo el casco, no sólo soy diez veces más alto, cinco más feo y dos más fuerte, directamente, me convierto en otro. Un otro que es un bestia, que cumple órdenes con gran eficiencia y lleva por bandera la obediencia debida.
Hoy toca diana y defender a los malos.
Diez lecheras, diez animales en cada una, cerrar la calle, identificar a cualquiera que se manifieste o insulte… hace tres días han entrado nuevas leyes y somos los reyes del mambo, sin razones, sin común sentido, los amos de la calle.
Llegamos pasadas las cinco de la madrugada, no se vislumbraba ni un alma, hasta una hora después, no comenzaron a salir los que aun tenían un trabajo. Algunos bajan la mirada cuando pasan junto  a nosotros, otros nos miran desafiantes, no hay mayores incidentes.
Amanece, pero la comisión judicial no aparecerá por allí hasta las 09 de la mañana. Vendrán el secretario y la auxiliar del cinco, son buena gente, les conocemos de otros eventos parecidos. Como siempre, llegan puntuales y abochornados, aunque está vez sólo les recibimos nosotros.
Tercer piso sin ascensor, entramos en fila india, escaleras estrechas y empinadas.
El secretario llama, escucho una voz que me es  familiar, dice no saber nada del desahucio, que a él le han alquilado el piso hace dos días y que ahora no se va ir… subo intrigado, me pongo en medio de los funcionarios….
¡No puede ser!
El recién alquilado me mira, se mira en mis ojos, me reconoce, sonríe.
Bajo las escaleras como un autómata… Mi cabeza da vueltas, mi hijo, mi propio hijo…
Cualquier día de éstos me lo encuentro al frente de una manifestación y tendré que actuar. ¡Jamás le he puesto una mano encima!
Cuando llega a la calle se sube a la furgoneta más cercana…
¿Estás bien? pregunta preocupado un compañero. Felipe no dice nada, se quita el casco….
Mírale dice un compañero a otro,  ¿estás bien? pregunta a Felipe. Está blanco como si hubiera visto a un fantasma dice a los compañeros que están allí.
Felipe agarra la cabeza entre sus manos, cabecea y murmura… yo no soy malo, no soy malo.
¿Qué ha pasado ahí arriba?  pregunta un compañero a uno de los compañeros que bajan.
Chisssss, creo que era su hijo, el mayor, el alquilado que tenían hoy. Lo han vuelto a suspender.
Es que uno no puede venir a estas cosas en su barrio. ¡Para qué diablos crearon lo de Eurogendford! dice un compañero muy exaltado.
¡Hombre para éstas cosas tampoco están!- responde otro.
—Nosotros tampoco —espeta otro
Desde ese día, Felipe, no ha vuelto a abrir la boca, aunque sonríe mucho. Realiza arduas, y sesudas, tareas administrativas.
Don José, a fecha de hoy, sigue viviendo en su casa.
® Mª Luisa López Cortiñas


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P.D.: De forma excepcional interviene la autora: Necesitamos más "felipes" y menos "borbones". Sin más. Espero lo hayan disfrutado. De cuando en cuando uno sueña.

viernes, 17 de enero de 2014

De cómo Eladio Cruz fue el hombre más feliz del mundo el 15 de noviembre de 2013




De cómo Eladio Cruz fue el hombre más feliz del mundo el 15 de noviembre de 2013


Ventana bien cerrada. Madrid 2013 pisa basura y huele a podredumbre. Al otro lado del Manzanares el Palacio de Oriente, a éste el SEPE e inmigración a espuertas.
Ring, ring, ring….
¿Quién será el estúpido que molesta a estas horas? ¡Las cuatro¡ ¡Ni estando en el paro me dejan echar una siesta en condiciones!
Diga...
Eladio?
Si soy yo.
Soy Paco, hay trabajo legal, de uno a tres días, 85 euros netos. Ven por mi casa con dni, lo de la seguridad social y la libreta del banco.
Bieeeen… ¿para?
Limpiar éste estercolero, contrata una temporal y están buscando gente como nosotros. Eso sí, horario nocturno.
No hay problema. Paso por tu casa y allá vamos.
Eladio colgó el teléfono dando saltitos como un  adolescente frente a su primer aprobado sin chuleta, se dirigió al armario, un traje es excesivo , pero le pareció adecuado un pantalón “de vestir” azul marino, y una camisa gris de los viejos tiempos. Se echó una visual  en el espejo y aunque los años no perdonan, se vió resultón y pelín sexy. ¡Al menos aún tenía pelo! ¡Un trabajo! Le habían llamado para un trabajo, tan escaso como necesario. ¡Qué más daba un día que dos! Él, él, él que ya creía que nunca volvería a recibir dinero legal en lo que le quedaba de vida. ¡Asegurado y todo! Mientras terminaba de acicalarse, pensaba en lo bajo que había caído, era hacer el esquirol, pero  ¿cómo iba a desaprovechar esta nueva oportunidad que se le presentaba en la vida?
Yo, Eladio Cruz, 57 años,  bachiller, 30 años de contable en una empresa constructora, 4 años en paro. Desde entonces trabajo en casa a tiempo completo y sin remuneración. Una vez superadas las dificultades para aprender a cocinar y planchar con cierta dignidad, el trabajo no estaba del todo mal, los días transcurrían entre fregonas, pucheros, conversaciones de mercado, anuncios de KH7 y alguna partida de ajedrez en un parque cercano al domicilio, de su amplia experiencia laboral sólo,  aprovechaba  el arte de estirar hasta final del mes el escueto pecunio que ingresaba su señora y el milagro de no deber, ni que te deban más allá de lo posible o de lo estrictamente necesario.

Salió de casa con una sonrisa que iluminaba la tarde, hoy era un día diferente, le temblaban hasta las piernas. ¡Un trabajo!
Cuando Paco y él llegaron a  la sede de la empresa, decenas de hombres como ellos se afanaban en superar un reconocimiento médico exprés y entregar papeles a un joven atribulado encantado de merecer tanta atención de sus mayores,
Levantaba la vista de un papel:
—¿talla de pantalón y chaqueta?
—¿dónde vive?
—¿tiene experiencia?
Las instrucciones eran algo así como un barrer y llenar, barrer y llenar, barrer y llenar y pin pan pum, pin pan pum.
Sr. Cruz Deberá estar a la 1 de la madrugada en la plaza de los jesuitas´
Estupendo, ¿algo más?
Siguiente.
Eladio estaba contento con la adjudicación, al lado de casa; eso sí, cuesta arriba, cuesta abajo, arriba y abajo, plis, plas… un cúmulo de despropósitos urbanísticos, su barrio.
De regreso a su domicilio, informó de la nueva noticia a su señora, quien respondió con su infinito “algo es algo”.
La noche de autos es fría, pero todo va  transcurriendo con normalidad… encuentra 20 euros doblados y de curso legal… ¡Sin duda hoy es su día de suerte! Con el dinero encontrado,  podrá incluso ir a comer un menú  al  “Granadino”, local viejo, destartalado, sin ningún sentido de la estética,  pero que los domingos reúne a la  aristocracia pobre del barrio con unas fideuas dignas y unos filetillos de pollo extraplanos.
Cerca del  Carrefour  que hay en la plaza, ve al botas, al  pulgas y al chirlas de reunión, como siempre. Desde chicos siempre juntos, están muy mal encauzados, aunque sólo el chirlas ha ido a parar en un par de ocasiones en la cárcel.
Hacia las cuatro de la madrugada, al fondo de una calle sin salida, asoma un incipiente fuego en un contenedor, Eladio echa a correr, pala en mano, dispuesto a abortar el sabotaje, cuando está a un par de pasos del incipiente incendio, trastabilla, y la pala queda encallada en un bache del asfalto mientras Eladio es lanzado contra el muro que sella la calle.
Se oyen risas
Joder, es el padre del merengue.
Ha sido como en los dibujos animados.
Mañana vendremos a mirar si ha dejado el dibujo en la pared.
Cuan largo era se fue despegando de la pared y así es como Eladio Cruz pasó de ser barrendero ocasional a pertiguista fracasado.
Salió del hospital el lunes a media mañana, orgullo herido, el pecho hecho compota de manzana y ahora toca callar como una puta.
Declaración absurda en comisaria:
Vi fuego, eché a correr, tropecé y del hospital a comisaria. No recuerdo más.
Llegó a casa ayudado por su señora y se desplomó en el sofá como un fardo.
Ella, abandona por una vez su proverbial indiferencia, sabe de las risas y las voces y le  mira con cara de juez y parte…
Mujer, ¡son chiquilladas! ¡cosas que pasan por andar por ahí haciendo el esquirol!
Una desagradable e impertinente voz rompe el discurso exculpatorio.
Proviene del patio de luces, la cotilla de Pepi algo querrá saber. María arrastra su cansancio hasta la ventana…
María, María….
Buenos días. Dime
¿Has leído el “20 minutos”?
No, he cambiado turno y aún no he salido de casa.
Te lo bajo. Sale el Ladio.
Ladio, al parecer cuentan lo  tuyo en el periódico - gritando
Que traiga el periódico pero que no entre, por favor, que no entre…
Ya….
María la recibe con la puerta abierta.
Mira, mira en la página 7… Pepi hace un amago de autoinvitarse, pero un magnífico regate de María impide la invasión.
Ya lo veo. Se lo enseñaré cuando esté despierto. Muchas gracias.
¿Cómo está?
Bien, magullado, pero se pondrá bien.
Barrendero accidentado… bla bla bla
“en la madrugada del sábado, mientras se quemaba un contenedor, uno de los barrenderos temporales bla, bla, bla… que responde a las iniciales ECR,  sufrió un accidente bla, bla, bla… Confirman, desde el hospital, que se le dará el alta a lo largo de esta mañana y, según el portavoz de la ETT, recibirá las indemnizaciones que por ley le correspondan” bla, bla, bla…
Piiiiiiiiiii piiiiiiiiiiiiiiii
¡Qué desagradable el sonido del timbre!
Hola. Vengo a ver al Ladio.
Pasa botas.
Gritando… Ladio tienes visita señalando al chico de forma teatral la puerta del salón.
En la estancia asoma cabizbajo el botas.
Hola chaval, qué bueno verte ¿qué te trae por aquí?
Yo, esto… carraspea quería saber qué tal está el merengues se pone rojo hasta la raíz del pelo—, perdón Eladioooo… Eladio hijo
Bien, por Toulouse sigue y, para disgusto de su madre con pocas ganas de volver… pero,  pasa y siéntate ¿quieres tomar algo? ¿un refresco? ¿un café?
Nada, gracias.
Y, ¿cómo te van las cosas? ¿qué tal está tu madre? ¿y tus hermanos?
Bien, bien, trabajando a todas horas como siempre y ,el resto de la tribu, con mocos, como siempre.
Eladio  sospecha, que como no diga nada, acabarán hablando del tiempo…
Arranca hombre, y di a qué has venido…
Al botas le tiembla la voz
¿Has hablado ya con los munipas?
Tranquilo chaval, sé bien de qué lado estoy. No te preocupes. No vi nada y no recuerdo nada.
El  botas sonríe aliviado…
Gracias, Eladio, gracias… sobretodo por mi madre. ¡Menudo disgusto se iba a llevar!
Pero ¿cómo se os ocurren esas cosas?
No teníamos “ná” que hacer, y vimos en un periódico que iban a subir las multas por esas cosas y decidimos hacer antes una pequeña fiesta.
¡Quéeeee! ¿y de dónde os van a cobrar a vosotros la multa? ¿en carnes?
No sé, es lo que se nos ocurrió y mira que costó trabajo…
¿Trabajo? preguntó Eladio
No creas tú que es fácil prender fuego a un chisme “desos”. ¡Tuvimos que robar gasolina y “tó”!
¡Estáis locos! ¿No os disteis cuenta que es una calle estrecha, sin salida  y todos los edificios están habitados?
La verdad es que no lo pensamos… que vive gente y eso.
Ya, ya.
Por cierto el botas le mira con una interrogación, Eladio sonríe tú tampoco pensaste mucho… echarse a correr cuesta abajo, con una pala en mano al grito de “alertaaaaa vecinos”… ¿Dónde has visto tu apagar un fuego con una pala?

PiiiiiiiiiiiiiiiiiiPiiiiiiiiiiiiii
María se arrastra para abrir nuevamente la puerta ¡qué mañana que llevan! ¡ni que su marido fuera el Punset dando consejos!
Buenos días señora, pregunto por Eladio Cruz.
Es aquí Mantiene la puerta entreabierta con gesto interrogante…
Disculpe el atrevimiento, pero… me he enterado de lo sucedido a su marido y que éste ha trabajado toda su vida de contable. Dele mi tarjeta, y en cuanto esté recuperado que me llame, tengo un puesto para él. Un hombre que defiende con esa valentía y honestidad su pan, tiene un lugar en mi empresa, “de lo suyo”.  España necesita ciudadanos ejemplares, como él.
Muchas gracias. No dude en que contactará con usted.
Gracias a  usted señora. Espero contar con los servicios de su esposo en breve.
María mira con estupefacción la tarjeta y a un palmo del suelo se dirige al salón donde los dos hombres se retuercen de risa…
No sé de qué va el chiste, pero acaba de dejarme un señor muy maqueado una tarjeta para ofrecerte trabajo. En cuanto te repongas le llamas.
Llorando, Eladio recoge la tarjeta… Lee en alto: Rogelio  Torres. Tiendas Askfon. Se la enseña al  botas…
Síiiiiii, son los de esas tiendas nuevas que están poniendo por todo Madrid. Tienes futuro, Ladio, tienes futuro. Joooder ¡salir en los periódicos tiene más salidas que una FP!
Ríen.
El botas se levanta, se da cuenta que ha dejado marca de metal en algunos baldosines, amaga un abrazo al Ladio y le susurra…
Descansa y que María no se preocupe por… señala las manchas mañana vengo con el quitacementos y te lo dejo “niquelao”. Gracias, amigo.
Se despide.
Una vez se va el botas, María se repantinga en el sofá, ve las manchas, suspira.
Mañana vendrá y limpiará las manchas. Por cierto, te informo que con la indemnización invitaré al chaval a la ortopedia ¡el pobre no sé ni cómo consigue andar!
Ladio ¿de verdad gritabas “alerta vecinos”? —pregunta María
Eso dicen los testigos.
Ríen… otro día tocará llorar.


® Mª Luisa López Cortiñas

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sábado, 11 de enero de 2014

AITANA


VUELVE A POR OTRA con A de Aitana





 Aitanaaaaa ¿te falta mucho?

 Estoy en elloooo. ¡Qué pesada es esta mujer! —dice Aitana, entredientes con mohín cansado. Continua ordenando el cajón de los calcetines, siempre lo deja para el final porque es su preferido.
Sí, no, si, si, si, no, ¡éste es tan mono!
Aitana lo  mira… lo introduce en su mano como si fuera una marioneta.
 Hola calcetín.
—¡Soy tan mono! Sí, sí, te gustan mis topitos rojos, azules y violetas —afirma calcetín uno.
 Te tengo que buscar pareja, por aquí creo que he visto uno  revuelve entre los pares y pares de calcetines perfectamente enrollados— ¡Voila!  Aitana localiza otro calcetín en busca de pareja, lo introduce en su otra mano y le pregunta al primero.
—¿Éste te gusta?
 Le veo un tanto soso, tan amarillo y con esos osos azules, no sé, no sé  calcetín uno pregunta al dos— ¿a ti te parece que hagamos juego?
 Combinar combinamos, de altura más o menos vamos igual y nuestro amarillo poco discreto delata que somos parientes.
—¿Cuánto tiempo hace que estás sólo?  pregunta calcetín uno.
—¡Uf! Mi compañero se canso de estar en la canastilla de la ropa sucia,  a la diestra de unos malolientes calcetines blancos con un par de rayas rojas, huyó por el desagüe.
 Ésos son los que yo uso para hacer deporte —interviene Aitana.
—¿Eh? —le miran y preguntan los calcetines.
 Los de rayas rojas… son para hacer deporte —les aclara Aitana, los calcetines siguen a lo suyo.
 Ah! Entonces ¿tú sabes cómo se las apañan para irse por esos agujeros tan pequeños? —pregunta calcetín uno.
 La verdad es que no, me gusta vivir en el cajón — responde calcetín dos.
 Pues ya ves, mi pareja huyó despavorida en cuanto tuvo ocasión —relata calcetín uno.
 Yo creo que pegáis, debajo del pantalón no se os ve.
 Ya, nadie nos mira —dice triste calcetín dos.
 No, no somos como esos calcetines interminables que llevan las niñas con falda y exhiben orgullosas ante sus amigas —puntualiza calcetín uno más triste todavía.
 Sois muy bonitos, yo si os quiero —espeta Aitana indignada.
 Mientes, mientes. Nos escondes, siempre tapados, sin poder ver mundo —dicen los dos a dúo.
 Que no, que no, de verdad, me gustáis mucho. Os salvo y así me dais las gracias —les dice Aitana.
 Creo que la niña tiene razón, vamos a darle una oportunidad —pide calcetín uno.
Aitana se quita los calcetines de las manos, pone uno en paralelo sobre el otro y los enrosca. ¡Qué bien! Ya tiene un par de calcetines casi nuevos.
 Mamáaaaaa ya he acabado —informa Aitana a pleno pulmón.
Aitana deposita los recién descubiertos calcetines en el cajón y cierra. Los calcetines continúan con su conversación. Parecen encantados de haberse conocido.
 Uh! Que a gustito! ¡Hacia tanto tiempo que no dormía arrejuntao!
 Yo también.
—¿Estabas también en una esquina?
 Sí, pero con vistas, aquí me temo que el sol no nos va a dar.
 Aitanaaaa, vístete que nos vamos a la playa —chilla mamá.
Aitana abre su armario, bikini azul cielo, falda vaquera, camiseta amarilla y sus inseparables zuecos rojos. Se mira en el espejo de cuerpo entero de su habitación, ¡qué bien voy!, su larga melena color paja se confunde con la camiseta y los zuecos gritan como un ahorcado… frunce el ceño… Una promesa es una promesa. Abre el cajón y saca los calcetines “ ya no solos” ¡qué monos! Se los pone y ahora sí, divina, está divina.
—¿Qué haces con calcetines? Quítate eso…¡con el calor qué hace! —dice mamá.
 Me gustan —contesta Aitana saltando como una loca. Coge su colchoneta y su toalla y baja con sus padres a la playa.
 Aitana, Aitana esos calcetines están desemparejados.
 Tú compras en Desigual y no tienes 8 años —responde Aitana dando vueltas alrededor de sus padres
 Vuelve a por otra —dice papá.
® Mª Luisa López Cortiñas
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