viernes, 27 de febrero de 2015

HOY QUERRÍA ESCRIBIR UNA CANCIÓN




Hoy querría escribir una canción
Aunque cantar no sepa.
Pero no cualquier canción.

Hoy querría escribir la canción más bella del mundo
Aunque desconozca la belleza.

En realidad
hoy quería escribir un cuento
un cuento corto,
bonito,
amable,
de ésos que provocan una sonrisa.

Pero sólo me salen cosas deshilvanadas,
y tristes,
y negras.

©Luisa L. Cortiñas



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miércoles, 25 de febrero de 2015

UNA BANDA QUE CORTA Y RECORTA BIEN, Y COSE MAL





Una banda que corta y recorta bien, y cose mal.(1)

No hay mayor fracaso que un hemiciclo vacío (o un niño que pasa hambre), demuestra lo poco educados que están los políticos que sufrimos día a día, y el fracaso estrepitosos de la educación privada, concertada, pública y sobre todo democrática.

Decía Ginsberg que él vió “las mejores mentes de” su “generación destruidas por la locura”, en España asistimos a la fuga de los más cualificados en busca de aguas más propicias, a cambio, nos quedamos con la escoria política, que salvo insultar y ofender, no se les conoce ningún otro mérito.

Escoria que odia y regala cualquier empresa pública que aún resista, ni siquiera al mejor postor, sino al amigo que prometa mejores preebendas.

Escoria que constantemente denigra a las personas honestas, honradas y hacendosas que cada mañana, desde hace ya demasiadas, ocupan su tiempo buscando lo que no hay: trabajo, por desgracia, cualquier trabajo, ya que el digno hace tiempo que dejó de existir.

Escoria que mientras celebra la fiesta intelectual que debería ser un debate sobre el “estado de la nación” se va cuando se van los jefes, que ni son jefes ni les pagan, en rigor, en una democracia los gobernantes están al servicio de los gobernados. Pero no, ésta escoria cuando se van sus amos abandonan sus puestos de trabajo, hacen como esos empleados pésimos o justicieros (hoy en día ya no se sabe), que cuando se va el jefe meten mano en la caja, olvidando que el “ido” ha puesto una cámara traidora que grabara la tropelía.

Mientras la gente es despedida del trabajo, en el mejor de los casos, para contratar esclavos más baratos, estos señores, que cobran un sueldo que ya quisiera para sí una parte muy importante de españoles, se permiten jugar con la tableta que pagamos entre todos, y no sólo se permiten jugar, defienden su derecho al juego.

Quizá es lo más obsceno: defender el derecho al juego mientras uno trabaja. Ya veo yo a los teleoperadores de España diciendo a sus superiores, “señor, yo soy como Celia, puedo escuchar al tarugo éste y además hacer calceta, ganchillo y atender los WhatsApp de mi tía de Burgos que va mayor y se aburre”. Motivo del despido: “acólita de Villalobos”, ya veo a los informáticos añadiendo la nueva pulsión expeditiva.

Desde hace mucho tiempo, sabemos fehacientemente que no trabajan, que viven en un país que no es el nuestro, o al menos no es el mío, que abandonaron tiempo ha las labores encomendadas, con todo, no es lo peor.

Lo peor y grave es que ya no ocultan su deficiencia mental, su nulidad intelectual, su estulticia innata, su avaricia infinita, su total indigencia moral.
Son vagos, zafios, gandules, perezosos, zánganos, remolones, insultantes, injuriosos, cobardes, groseros, humillantes, patanes, mostrencos, garrulos, palurdos, pánfilos, groseros, chabacanos, simples, incultos, maleducados, catetos, gañanes, patanes, zafias, gandulas, perezosas, zánganas, remolonas, injuriosas, groseras, mostrencas, garrulas, palurdas, pánfilas, groseras, chabacanas, incultas, maleducadas, catetas, zafios... una banda criminal que corta y recorta bien y cose mal.

  1. Este título tan bello y apropiado no es mío, es una versión adaptada del título de un poema de Luis Luchi que reza “Los que cortan bien y cosen mal” del poemario “Resumen del futuro” Ediciones el Escorxador. “Al César lo que es del César” que los pobres, al igual que los ladrones de Jardiel "somos gente honrada".
Luisa L. Cortiñas

domingo, 22 de febrero de 2015

SI CAROLINA BESCANSA FUERA...





Si Carolina Bescansa fuera una participante de Gran Hermano, ganaría de calle ¿digo de calle?, de cabeza, arrastraría a las masas a su favor, no hay nada que joda más al espectador de un reality que conviertan a alguien en víctima. El 21 de febrero, aparte de la hiena habitual enamorada hasta el tuétano del finado Chávez y ansioso por arramplarle a la novia al coletas, tenía ésta buena mujer a Javier Nart, quien después de un tiempo desaparecido de los focos televisivos, vuelve arrasar con su sapiencia de la mano de Ciudadanos, ese partido anti-independencia-de-Cataluña que se ha convertido en la marca blanca de los PePetas. Es comprensible que el señor Nart gane con Ciudadanos, lo que no se entiende, es que éstos estén vendiendo colonia aparentemente fresca con frascos más que caducados, por muy bien que aparente oler Albert Rivera cada vez suelta más tufo a naftalina.

Si Carolina Bescansa fuera tonta, en el tiempo que lleva bajo los focos no hubiera adquirido tablas y confianza, y no dudo de que ayer se la hubiesen comido sin aliñar y todo. Pero se nota en ella que ha aprendido, que la cámara que en un principio nos la mostraba tímida y titubeante, la comienza a querer, comienzan a entenderse, y cada vez se parece más a lo que Carolina creo que es: prudente, cabal, y conocedora de los problemas de los ciudadanos, esos ciudadanos a los que otros desprecian desde hace ya demasiado tiempo.

En cuanto al funcionamiento de la justicia es penoso y lamentable. La implantación de tasas ni ha desatascado los juzgados, ni la recaudación ha servido para dotarlos de medios. Únicamente sirve para disuadir a los más pobres, quienes por otra parte, nunca han tenido mucho tiempo que perder en los juzgados, buscarse la vida suele ocupar la mayor parte de su tiempo y ocio. En cualquier caso, una justicia lenta no es justa. Claro que en España es lenta para lo que interesa y cuando interesa, no hay que olvidar que en algunos casos los jueces han desaparecido del tablero a velocidad de crucero, vamos, casi al ritmo que algunos se llevan maletines a Suiza, y otros se van a vivir a Nueva Zelanda.

Si Carolina Bescansa fuera hoy la cabeza número uno de podemos sería la más popular de los no populares, y si en vez de urnas se tuviese que enviar un SMS hubiera arrasado.

Pero Carolina Bescansa no es una concursante de gran hermano, ni tonta, ni la número uno, es una voz que da voz a muchas voces, que otros oyen pero no escuchan.

Por último, lo irracional es votar contra los propios intereses de cada uno, que hoy en día, me temo no los encarnan los “lameculos” de siempre que sólo defienden sus poltronas.
Las cartas están boca arriba.
® Luisa L. Cortiñas

viernes, 20 de febrero de 2015

HUGO



La hache de Hugo. Vuelve por otra.


Aquella mañana Hugo se levantó con los ojos llorosos y una mueca de miedo grabada en el rostro. Sus rizos rubios estaban más enmarañados que nunca, e hizo falta el doble de paciencia de la habitual, el triple de pases de cepillo, y una sordera increíble para sortear sin inmutarse los gritos agudos que emitía su boca a cada tirón de pelo.
Había pasado una noche horrible, muy horrible, había dicho entre pucheros.
—¿Qué ha pasado esta noche? —preguntan por enésima vez.
—Nada.
—Nada no, cariño. Tienes los ojos rojos. ¿Has llorado?
—No mientas —dice su padre
—Yo no digo mentiras.
—Di que has soñado ¿o no te acuerdas? Yo a veces no me acuerdo —dice mamá.
—Sí, sí me acuerdo —contesta Hugo abrazando su hucha con forma de cerdo.
—Cuenta.
—A nosotros nos lo puedes contar.
—Pero, al señor de las gafas no le diréis nada ¿verdad?
—¿Quién es el señor de las gafas? —pregunta papá.
—Deja hablar al niño. Dinos Hugo.
—Ayer en mi cumpleaños me regalaron dinero. Mucho dinero.
—Sí, para la tablet esa que quieres.
—Pues he soñado que el señor de las gafas que sale en la tele me perseguía para quitarme el dinero.
—Eso es una tontería, nadie te lo va a quitar —dice papá.
Hugo hace un puchero y niega con la cabeza.
—Es del Gobierno, y dicen que quita el dinero de todos para dárselo a sus amigos. Yo no quiero que me quite mi dinero.
—Y no te lo quitara cariño, no te lo quitara. Papá se ocupa. ¿Verdad? —pregunta mamá con un tono que haría temblar al más valiente.
—Sí, de eso me encargo yo.
Hugo dio la hucha a su papá satisfecho ¡él siempre lo arregla todo!
Cuando Hugo salió de casa para ir al colegio, sus padres abrieron la hucha para contabilizar la recaudación.
—Setecientos cincuenta euros, ¡no está mal para cumplir ocho años!
—La verdad que no.
—¿Cuánto vale la tablet?
—Unos doscientos cincuenta.
—Compro la tablet y el resto lo ingreso en su cuenta ¿no?
—Sí.
El papá de Hugo se encamina a la tienda, aparte de lo encargado, adquiere una preciosa funda con un Spiderman en acción, la de los Simpson le gusta más, pero no quiere que su hijo vuelva a tener pesadillas. Satisfecho de su adquisición se dirige al banco:
—Quiero ingresar cuatrocientos cincuenta euros en la cuenta de mi hijo.
La señorita coge el dinero, lo pasa por la máquina de la verdad y solicita el DNI.
—¿Para qué quiere mi DNI?
—Son órdenes.
—El dinero no es mío, se lo han regalado a mi hijo. Menor de edad como puede comprobar en la cartilla. Por eso estoy yo con él.
—Desde hace un par de meses no podemos hacer ingresos en cuenta sin DNI.
—Sí no son ni quinientos euros —dice sorprendido.
—Son las nuevas normas. Si sólo fueran veinte euros lo tendría que pedir igual.
—A la mierda las normas.
—Yo sólo cumplo con mi obligación.
—Lo sé, pero no voy hacer el ingreso.
Con un gesto de fastidio, la señorita deshace lo hecho, mientras el padre de Hugo, piensa en qué establecimiento puede comprar una caja de caudales para ingresar, sin temor al fisco, el dinero B que su hijo ha recaudado en este último cumpleaños y en los que le esperan.

®Luisa L. Cortiñas




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viernes, 13 de febrero de 2015

A ELLA NO LE GUSTABAN LOS CÓMICS






A ella no le gustaban los cómics

A ella  no le gustaban los cómics, ni los que tenía papá
poblados de señores con trajes raros, ni los que tenía
mamá llenos de guapas y guapos, tan guapos, que cuando una
les miraba le empezaban a crecer los pies de forma 
descontrolada, y los dedos se hacían tan grandes, 
que era imposible siquiera usar zapatones de payasón.

A ella no le gustaban los cómics, hasta que descubrió que 
el hombre invisible existía. Aparecía cada vez que 
pasaba las hojas deprisa como si fueran fotogramas de una 
película antigua. Aprendió a atraparlo entre los dedos, 
estrujarlo con las manos, dar un soplo y hacerlo
desaparecer.

Le gustaba destruir a los hombres invisibles, a pesar de
que siempre creyó que era uno de ellos, hasta que
la pillaron ensuciando de forma inocente y con cierta
saña la colada de la vecina, una bruja mayor y odiosa
que viajaba sobre los tejados sin escoba. Ese día decidió
que tenía que hacerse invisible.

Un día le pareció que podría conseguirlo mezclando 
vinagre, aceite, y un extraño envase que papá usaba
para limpiar el coche. Se dio cuenta de su fracaso
cuando su tripa comenzó a rugir como un toro y su boca
a vomitar como una fuente. Pero no abandonó la idea.
Ella era una niña de principios.

Una fría mañana de invierno, descubrió una vieja loca que 
bisbeando un idioma  ininteligible pedía unas monedas
al cristiano. Le sorprendió ver que todos, al entrar en
la iglesia rodeaban su falda sucia, ignoraban sus 
manos arrugadas y tendidas, y no veían su pañoleta
roja con flores de mugre. Nadie reparaba en su presencia.
Cuando acabó la homilía, decidió adelantarse a su madre, 
y esperar en la paza que bordeaba el templo. Comprobó
que todos sorteaban la presencia.

-Mamá ¿porqué no le has dado una moneda?
-¿A quien?
La niña soltó la mano de su madre, retrocedió sobre sus
pasos, y se acercó a la mendiga. 

Primero pisoteó el vuelo de su falda, que sucia y con
descuido caía por la pequeña escalinata. Como no consiguió
ningún efecto, decidió buscar en su bolsillo la moneda
que papá le daba los domingos, y probó a dejarla sobre
la mano que la mujer extendía, quien reaccionó y murmuró
"pasiva" o algo así entendió ella. Animada por la palabra
que ignoraba, decidió preguntarle:

-¿Cómo ha conseguido usted hacerse invisible?

La mujer carraspeó, hizo un extraño ruido con la lengua
y con una voz cavernosa, que parecía salir de las
entrañas dijo:

-¿No serás Mafalda? -preguntó mientras una extraña risa
asomaba a su cara.

Ella comenzó a correr hasta hacerse invisible. 
© Mª Luisa López Cortiñas
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viernes, 6 de febrero de 2015

CIERTOS OFICIOS




Ciertos oficios

De lunes a vienes esperaba los sábados como quien aguarda ilusionado una cita.

Una cita importante, una cita de amor.

Lo aguardaba en pijama, sin prisas, con la televisión encendida, y siempre con la emoción de ir vaciando la nevera, que llenaba el domingo de platos precocinados que compraba en la tienda de la esquina de su casa. Aquella pequeña tienda que le surtía de lo necesario para no tener que salir salvo en caso de urgencia grave.

Los sábados se levantaba temprano, no por obligación, por el mero placer de hacerlo.

Llenaba la bañera hasta el borde y la inundaba de sales. Las sales eran eficaces para dejar en el olvido cinco días de pijama, y él se perdía en ellas hasta que el agua comenzaba a enfriarse.

Después venía la tarea de eliminar cinco días de barba, el placer del masaje y el exquisito olor del perfume que usaba esos dos días.

Vestirse el uniforme, un triste pantalón de pinza negro, una horrorosa camisa a rallas blancas y rojas y una medio gorra que dejaba su calvicie a la intemperie, en su caso se convertía en un rito de torero, si no fuera por la carencia de ayudantes. Le hubiera gustado, en esos momentos, tener con él a alguien que no sólo le ajustase el pantalón, sino que le dijese que estaba impecable. El espejo no era lo mismo.

Ese día comía en la mesa del comedor, por miedo a ensuciarse, y tener que utilizar el sucedáneo que había comprado por su cuenta.

A las tres y media, ni un minuto más ni uno de menos, bajaba las escaleras con la sonrisa ya puesta y con la ilusión de un niño cruzaba la calle, enfrente estaban los cines.

Los Multicines Bogart que daban sentido a su vida. Con los compañeros abría, encendía luces, revisaba papeleras, comprobaba que la máquina estaba tan limpia como la dejó, y sobre las cuatro comenzaba el espectáculo.

Él tenía uno de esos oficios que admiraban al poeta:
por la imaginación desbordante
que sus propietarios por fuerza deben poseer
para sobrellevar la soledad y el silencio:
taquilleras, vendedores de cupones,
maquinistas, vigilantes...
a quien se les ve y no se les mira;
bien es cierto que tampoco ellos nos hacen mucho caso”

En cuanto alguien le pedía palomitas, él se acercaba a la máquina con la pala y movía las caderas al ritmo de la música imaginaria que en ese momento le acompañaba.

Los clientes observaban su trasero, especialmente ellas. Si uno estaba en posición de perspectiva, lo que le atrapaba eran las coreografías que hacia ejecutar a las palomitas recién hechas con la pala, antes de introducirlas en el triste envase de cartón.

Una vez comenzaba la ceremonia, ésta no finalizaba. Reescribía una y otra vez la misma sinfonía. Sin perder la ilusión ni la sonrisa.

Su jefe, en ocasiones, le miraba mientras con una sonrisa de satisfacción, pensaba que era el mejor vendedor de palomitas que habían tenido nunca.

Fue un acierto contratar a alguien así:
Hombre,
666 666 666
vivo enfrente, 2º A
LICENCIADO EN VADEAR EL SILENCIO
©Mª Luisa López Cortiñas



Luis Miguel Rodrigo
“Inclemencias de un cardo borriquero”

Luis Miguel es un poeta nacido en Madrid y que dedica sus días a la psicología, según dicen en una de las entradillas de su primer libro de poemas “Inclemencias de un cardo borriquero”. No sé si ha escrito alguno más, si lo hay, no lo he encontrado.
“Inclemencias...” es un poemario social que entronca en su concepción con lo que podríamos llamar “antipoesía”. En sus versos alcanzan protagonismo el trabajador “precario”, o la inoportunidad de las alergías, porque “cuando uno se pone a vivir no da abasto” y la poesía todo lo admite.


Poema que previamente he destrozado.

Ciertos oficios

Atrapan mi atención ciertos oficios
por la imaginación desbordante
que sus propietarios por fuerza deben poseer
para sobrellevar la soledad y el silencio:
taquilleras, vendedores de cupones,
maquinistas, vigilantes...
a quien se les ve y no se les mira;
bien es cierto que tampoco ellos nos hacen mucho caso.

Me pregunto en qué paraíso fiscal
invertirán sus sueños cuando en el corazón
acampa la madrugada,
qué harán esos años enteros
(que tarde o temprano a todos nos llegan)
que los termómetros marcan bajo cero
a todas horas.

Supongo rodearán con círculos rojos
demandas de empleo en los diarios:
Se necesitan soñadores despiertos
con la imaginación puesta a punto
para cuando arrecie el invierno.

Y en su currículum escribirán en mayúscula:
licenciado en vadear el silencio.

Luis Miguel Rodrigo “Inclemencias de un cardo borriquero” Ediciones Vitruvio

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miércoles, 4 de febrero de 2015

MERCEDES GRACIAS NoPidasPerdón



Mercedes Gracias NoPidasPerdón
Falsicuentos: la realidad vence por goleada a la ficción.

Os voy a presentar a Maruja, no es ni alta ni baja, ni rubia ni morena, ni rica ni pobre, ni trabaja ni está en el paro, es una fuerza artificial que todo lo recorre y que cada día tiene ideas más peregrinas.
Hace dos tardes, estando yo allí en su casa tomando café, me dijo que iba hacer recuento de cuánto dinero podría obtener secuestrando a la clase de P3 de un colegio de muy alta alcurnia, al que no mencionaré por no crear alarma. Aunque he de informarles ,que Maruja hace y deshace al mismo ritmo sus cuentos de lechera emprendedora.
Su teoría, a pesar de todo, no me pareció descabellada. A igual procedencia, en este caso padres dispuestos a desembolsar ochocientos euros al mes por la educación de un retoño, los niños valían más o menos. Es fácil de entender. No es lo mismo un mensual de seis mil euros netos que de sesenta mil en el mismo período. Lógico. ¿No?
Pero Maruja no descansa nunca, y en su modelo inicial, me dijo, no tenía en cuenta algunas variables como la exclusividad de las cosas. No tiene el mismo valor el hijo único, que el tercero de una saga de cinco, porque según Maruja el amor se agota a fuerza de usarlo, y por fuerza, cuando uno sólo tiene uno, el amor lo concentra en ése. Y ahí, ya se puso Maruja a poner precio al amor como una mercachifle.
Decidió que el más rico era Chis, no porque sus padres fueran los más millonarios de todos aquellos potentados, sino porque con extrañas fórmulas llegó a la conclusión de que era el niño con los padres más dispuestos a pagar un sobreprecio por él.
–¿Sobreprecio? –le pregunté llena de asombro.
Me miró con un desprecio que podría hacer desaparecer veinte galaxias.
–Sí, hay que tener en cuenta los riesgos, los gastos, la logística, la fortuna paterna...
–Hoy estás insoportable –le dije. Te dejo. Bay bay.
Muy digna, extendió su mano derecha sobre la nariz y me hizo burla.

Fue llegar a casa, encender la tele y encontrarme con Mercedes, una de esas mujeres que podría poblar un Romero de Torres con su pelo y con sus ojos, pero que decidió protagonizar un rocambolesco episodio de realidad, que creo yo, hay que agradecerle.
Cualquiera que viva en este mundo, en éste, y no en los universos fantasía de rajoy, sabe que esta mujer no miente. Dice lo que unos sabemos y muchos denuncian, unos más que otros. Ha dicho algo cierto, el precio de las cosas no tiene que ver con el coste de producirlas, ni con la oferta o la demanda, tiene que ver con el máximo beneficio que pueda o quiera obtener. Da igual que lo que venda sea un medicamento milagroso, unas bragas biónicas, una fuente de energía, un balón de fútbol. Ya todo da igual, todo vale en aras del dios del mercado.
La verdad no debería ofender a nadie. Porqué sí, todos sabemos que el “sovaldi” estaba amortizado en nueve meses, pero los dioses del mercado son insaciables y desconocen la Biblia, aunque los que la conocen tampoco demuestran ser mejores o haber aprendido nada.
La verdad debería dar lugar a respuestas y a preguntas. ¿Porqué los gobiernos no dicen lo que pagan? ¿Firman cláusula de confidencialidad? ¿A qué tanto secreto en un mundo transparente? Hay que preparar caminos, los chollos no duran siempre, ayudar al fuerte para mañana poder estar ahí y poner mi nombre en la junta directiva, y la de mi hijo, y la de los hijos de mis hijos, por algo somos los mejores.
La verdad no debería nunca obligar a nadie a pedir perdón, creo que hay que darle las gracias, sin complejos ni tapujos ha dicho lo que sabemos.
Cuando alguien nos cuente el cuentito del riesgo que corren los empresarios, podremos mostrarles a Mercedes y decirles:
–¿Lo ves? Está diciendo la verdad.
No hay personas, sólo beneficios.
No hay razones, ni riesgos,
sólo usura.
No, quien dice la verdad, aunque ésta duela y se te cuele entre los huesos,
y te encoja el corazón,
y te llene de furia,
y tus ojos brillen de rabia,
y tengas ganas de arrojarte al vacío,
o de ser como Maruja,
date un segundo,
respira,
piensa.
Las verdades son de agradecer
aunque maten.
Las verdades son de agradecer,
con ellas uno puede viajar a cualquier parte.
Las verdades son de agradecer
por eso a los niños les engañamos
cuando les decimos que digan la verdad
en un mundo plagado de mentiras,
de ciencias que no existen,
de verdades vacías.
Por eso, creo que Mercedes García, no debería de haber pedido perdón
no hemos malinterpretado nada,
sólo hay que darle las gracias,
por no mentir
por tratarnos como adultos
capaces de soportar la verdad,
y no como la escoria habitual
que nos trata de tontos,
y que de tan tontos
compramos el cuentito.
Ella simplemente ha estampado su firma en lo que algunos sabemos
y en lo que muchos tenían duda.
Ella ha despejado la equis,
el valor i griega no existe.
La verdad y la salud no tienen precio.
Al igual que no tiene precio el amor que cuantificaba Maruja.
No deberíamos hacer escarnio de quien dice verdad.
Hay que avanzar con la verdad hasta vencer al enemigo,
porque con la verdad se ha de poder llegar a cualquier sitio.
El capitalismo es eso,
todo mentira,
todo fe,
una religión sin sentido.
© Mª Luisa López Cortiñas






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lunes, 2 de febrero de 2015

LA "CUOTA VAGINAL"






La “cuota vaginal”

Todos sabíamos que a Syriza le iba a caer la del pulpo.
Todos sabíamos que a Syriza no la dejarían respirar.
Pero lo que no hubiéramos podido adivinar nunca es que le caería encima “la cuota vaginal”.
La peor de todas las cuotas.

Que sí, que todos somos unos modernos y unos igualitarios en el plano genérico de caerse de espaldas.
Yo he trabajado años y años en plantillas formadas en un noventa por ciento de mujeres. Lo han adivinado, los jerifaltes eran hombres. Nunca les esperó un cuadro activista para reclamar que la directiva fuera representativa del género que masivamente copaba la plantilla. Y como yo ¿cuántas? Un porrón. Pero es muy fácil ver la paja en ojo ajeno.

Se reclama al gobierno griego la presencia de féminas entre sus primeros espadas ¡cómo si las mujeres que se han puesto al frente de ministerios y presidencias de gobierno en Europa fueran lo más de lo más!

¿Qué aportaron diferente estas mujeres?
¿Evitaron guerras o batallas por saber en carne propia que podían dar vida?
¿Son más o menos corruptibles que los hombres?
¿Son más inteligentes?
¿Son más intuitivas?
¿Aportan otros puntos de vista?
¿Qué diferencia hay entre nuestra querida, admirada y sabelotodo Sori de cualquiera de nuestros ministrillos? ¿Sensibilidad? 
¿Qué sensibilidad aporta Ana Botella?
¿Qué sensibilidad Merkel?
¿Qué sensibilidad Monica Oriol?
¡Que sensibilidad de relumbrón la del banco rojo!
Llegados a un determinado nivel, todos, me temo, son iguales
Nadie pone en duda que no están ahí por su belleza, para eso están las mises de las que nunca nadie se cansa de propagar que son “guapas pero tontas”. Ninguna de estas mujeres ha aportado, aporta o aportará nada alejado de lo que puedan ofrecer unos pantalones y una cabeza de muebles “destartalados” masculina. Es más, Merkel desprende, vía plasma, más testosterona que todo el séquito de machos que la acompañan cual vasallos.
Me río, básicamente por no llorar, cuando claman que ellas tienen otra forma de ver las cosas. Creo que es falso. Uno lleva la vida del rol que desempeña. Una jefa es igual que un jefe en todo, ambos acabarán pensando de la misma forma, por tanto, es comprensible que la señora Oriol no contrate embarazadas, lo que ya no es normal es que sea tan tonta como para confesarlo con luz y taquígrafos, lo cual muestra una falta total de sensibilidad, una gran desvergüenza y una falta de sentido común a la que nos estamos acostumbrando. Su gran suerte (como en este caso la mía) es que al ser mujer rápidamente se ha corrido un tupido velo.

La gran mayoría de mujeres que he conocido eran señoras que se pasaban el día corriendo de un lado al otro para llegar a todas partes. Mujeres que cuidaban y educaban a sus hijos con más o menos acierto. Mujeres que se ocupaban de ancianos propios y ajenos. Mujeres que se ocupaban de sus familias. Mujeres que se ocupaban de su trabajo. Mujeres que trabajaban, se formaban y sacaban solas una familia adelante. Mujeres que se especializaban en contabilidad de la de verdad, de la que permite llegar a fin de mes sin deudas con sueldos de risa y gastos de escándalo. Mujeres, a las que la banda que pisa sillones y alfombras de lujo no representan.
Lamento decirlo, pero las personas no moldean los cargos, los cargos moldean a las personas, y éstas acaban pensando cómo el cargo exige o se van. No hay más. Todos conocemos al menos a una persona decente (cualquiera de los sexos) que por cuestiones éticas dimitió.

Tsipras ha decidido no tener a ninguna ministra en sus filas ¿y qué? Si ha considerado que las féminas disponibles eran más útiles en un segundo plano, visto lo visto en España ¿para qué arriesgar? Después te sale que la elegida es una decorativa tipo Teresa Fernández de la Vega, una singular Leire Pajín o una más que inútil y pánfila Fátima Báñez y ¿qué haces? ¿La mantienes en el cargo? ¿La destituyes de forma fulminante?
En resumen, yo en vista de ejemplares del mal llamado sexo débil como las mencionadas, o como otras que hemos soportado y soportamos en esta piel de toro, mejor no incluir ninguna fémina ¡no vayamos por ahí haciendo el ridículo! Francamente, creo que Tsipras tiene muy claras las prioridades, ha negociado atendiendo las necesidades básicas, y ha nombrado a quien le ha parecido más adecuado para cada cargo. Si no me equivoco tiene en el grueso de sus filas cuarenta y cuatro mujeres, y unas cuantas en segunda fila, si salen como en España, tan iguales a los hombres en todo, mejor que ocupen lugares discretos.

Por cierto, todas estas mujeres demuestran que en cuestión de género, la estupidez, la estulticia y el hijoputismo,cuando menos, están repartidos muy equitativamente, porque no nos engañemos, no es que sean peor que ellos, son igualicas, lo que sucede es que como están para cubrir “cuota” nos fijamos más.

PD: NO hay que olvidar nunca que un presidente desteñido no hace a un país menos racista; ni que una sola flor hace primavera.
® Mª Luisa L. Cortiñas





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