lunes, 26 de enero de 2015

TicTacTicTacTicTac TocTocToc BOOM POPULISMOS





TicTacTicTacTicTac TocTocToc Boom Populismos


El nivel “maribel” que alcanzan nuestros políticos cada día es más y más surrealista.

Si uno dice tic tac, al día siguiente el otro se cuelga con un toc toc, llamo a tu puerta como la arielita que venia del futuro o como la menstruación que siempre viaja contigo. Sorprendentemente la familia le recibe como a un viejo conocido, cuando todos sabemos que ante una visita de este calibre y desvergüenza, lo primero es dejar entreabierto con pestillo, guardar bajo siete llaves la cubertería de la tía Hermeregilda (si aún no nos hemos visto obligados a malvenderla), los anillos de boda, y cualquier cosa de valor que aun se haya salvado de la miseria; encerrar a los niños en el cuarto de la plancha, nunca se sabe porqué esta gente quiere tanto a los niños a los que constantemente maltrata con sus políticas educativas y económicas; encerar el suelo; acicalarse el pelo; pedir a la del quinto una botellita de agua mineral, esas gentes suelen tener estómago delicado; pegarse un par de lingotazos para aguantar el tirón; vamos , que cuando uno se dispone a abrir el pestillo el individuo ya ha sido agasajado por los vecinos, que no, no eran de Vallecas, eran del mundo “ikea” donde todo se viste de color.


Realmente nos llaman idiotas todos los días, lo peor, es que creo que ya lo hacen inconscientemente.

A lo que iba, si tu me dices tic tac, yo hago toc toc en tu puerta para contarte el maravilloso futuro que tienes por delante, eso sí, a base de esfuerzos y sacrificios, mis padres pagaron mucho para comprar mi lugar en el mundo, yo mismo me he tenido que callar más de una vez.

La estulticia que nos asola parte de la igualdad más recalcitrante. Y no. En esto no estoy loca. El capitalismo todo lo iguala, considera que el analfabeto tiene las mismas oportunidades que el letrado, que el habitante del suburbio tiene las mismas posibilidades que el tullido nacido entre las verjas de La Florida, que las personas son cosas que se compran y se venden, que el agua y el caviar son uno y lo mismo, que cualquiera con un garaje y un palo se puede hacer millonario, que con talento el mundo lo tienes a tus pies. Nada más lejos de la realidad.

Hoy todos hablan de POPULISMOS. Nunca olvidaré, hace ya muchos años, un artículo que si mal no recuerdo publicaba “El País” con motivo de la victoria chavista en el referendum revocatorio (si, para ser una dictadura disfrutan ese privilegio) en el que decían que claro, que la gente le votaba porque había sacado a los niños de la calle y los llevaban al colegio porque allí les daban de comer. No necesita comentario.

Hoy ser populista o revolucionario son cosas tan estúpidas como aspirar a vivir del trabajo de uno; aspirar a tener un techo en todas las estaciones; aspirar a tres o cuatro comidas diarias equilibradas; aspirar a poder ducharse uno todos los días con aguita caliente, al menos en invierno; a poder encender la luz y la calefacción sin tener que vivir rodeado de velas, o de aparatos viejos que combustionan mal; aspirar a que los niños puedan recibir una formación adecuada, y no ser aparcados si no se ajustan a los cánones de obedecer y callar diez horas al día; aspirar a ser atendido cuando uno se pone enfermo, y a tener la mejor medicación posible; aspirar a que los discapacitados tengan los medios que necesitan a su disposición para poder llevar una vida digna;aspirar a respirar todos los días sin que nadie ni nada te asfixie.

Los que todo lo igualan, consideran que para respirar hay que merecerlo y rendirles pleitesía, besar el suelo que pisan y reconocer, que si alguien no llega es porque es un vago y un inútil que no tiene derecho a la vida.
¿Alguien se puede creer que ochenta individuos suman el talento potencial de tres mil quinientos millones de personas?

Yo no. Por eso soy populista. Prefiero ser populista a criminal, porque criminal no es sólo el que empuña el cuchillo o “pone la bala”, criminal también es aquel que niega derechos que quitan vidas. ¡Y ya llevamos unas cuantas y las que te rondaré morena!

El problema en cualquier caso no son esos ochenta, sino los acólitos que les sustentan. Los acólitos son los peligrosos, los sibilinos, los que venden ideología por dinero,porque no nos engañemos, ellos sí saben lo que hacen, y poco a poco, se han convertido en un lujo que no nos podemos permitir si pretendemos seguir viviendo con un mínimo de decoro.

Por eso, ilustres amigos, mientras ellos hacen toctoctoc en su casa de anuncio, con su familia de un mundo feliz, otros, desde nuestras humildes moradas hacemos tictac porque el reloj de cuco se nos estropeó hace tiempo, y a cada tic hay menos bueno que esperar a la vuelta de la esquina que un tac renqueante.
© Luisa L. Cortiñas


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2 comentarios:

Muchas gracias por comentar.

Mientras no me maten, seguiré matando el viernes.