viernes, 2 de octubre de 2015

UNA MIERDA DE POEMA

UNA MIERDA DE POEMA


A todos los estudiantes que no disfrutarán de la bici sin casco, de un coche minúsculo sin cinturón,  de un río con pozas, ni mucho menos del pastoreo… a cambio, con un dedo, pueden convertirse en vaqueros, astronautas, enfermeros o futbolistas. Un mundo a medida de los sueños sólo a cambio de ser politicamente correcto.
Si, los masculinos son “aposta”. No se admiten reclamaciones. 




UNA MIERDA DE POEMA


Me llamo Ariel, como la arielita pero sin diminutivo.

No sé porque de entre todos los nombres mis padres eligieron éste.

En mi fuero interno me llamo Paco. Bueno, en realidad Paquito.

No me gusta la poesía, ni la que rima ni la de versos sueltos.

Pero mi madre dice que fomenta la creatividad.

Y este mes de agosto que achicharra
dedico una hora diaria a enlazar versos y frases sin sentido.

De diez a once es mi tarea.

Aún son y cinco.

Y no sé qué contar.

Ayer fui con papá al centro comercial a buscar los libros del nuevo curso.

Estoy deseando comenzar a ojearlos.

Papá ha dicho que la tinta está muy fresca,
por eso he de dejarlos descansar dos días ¡cómo si hubieran hecho deporte!

Si no tuviera prohibido usar el ordenador en la hora de poesía
estaría diseñando un cuadro con las tareas que me esperan a partir de septiembre.

Mamá opina que es más creativo escribir a mano.

El bolígrafo educa el pulso.

El próximo año tengo un programa de lo más interesante.

Matemáticas. Soy un crack. Aunque mi abuela Obdulia dice que no tengo ni idea.

Cuando voy con ella al supermercado, antes de que la cajera cante el importe
ella ya me lo ha soplado al oído. Siempre acierta. ¡Sin calculadora!

Sin duda, ella es mejor que yo con los números, pero su vida la desperdició, según dice, en lo que llama “sus labores”.

Pérdida residual, diría mi profesor de economía.

Lenguaje. Soy un crack. Aunque mi tía Elena, escritora fustrada,
no entiende que obtenga tan buenos resultados.

Según ella, mis redacciones son de un ordinario que asusta.

Este año también toca física y química, que no sé de qué van,
pero me encantan las fórmulas y los mejunjes,
no necesariamente por dicho orden.

La naturaleza me gusta, pero es lamentable no hacer excursiones para presenciar in situ los fenómenos.

La geografía es una colección de vacaciones que nunca disfrutaré,
y estudio de tradiciones propias y ajenas.
Las personas y las ciudades no me gustan. Dan asco.

Educación física es un horror, pero rumorean que el futbol es bueno para aprender a trabajar en equipo,
y aunque papá se ha rendido a la evidencia, y sabe que no llegaré a nada
me obliga a jugar para ampliar mi círculo de amistades, que cada vez se parece más a un huevo.

Yo no tengo amigos, sólo compañeros eventuales a los que aplastaré a la menor oportunidad.

Este año comenzaré a estudiar programación.

¡Me encantan las máquinas!

Idiomas domino tres, y ahora estoy estudiando chino por las tardes.

Las clases son divertidas.

Las imparte en la trastienda de la tienda de la esquina de mi calle el chino que la regenta.

La trastienda es pequeña y oscura, pero la mesa tiene un tapete verde, y  las estanterías están llenas de barajas de póker sin estrenar.

Además tienen una hija que se llama Conchita, y cada vez que digo algo se muere de risa.

¡Es bonito ser cómico para alguien!

Ella es la única a la que hago reír hasta mearse.

En el colegio aprendo a tocar la guitarra, pero mamá me ha contratado un profesor de piano.

Dice que el piano sí es un instrumento serio y no un trasto para melenudos.

Este año también iré a violín. Esto es sugerencia de papá.

¡A falta de mujer el niño que acaricie algo! dice.

Dos días por semana voy a clase pintura,
después de cinco años sigo sin dominar el dibujo, y sin saber colorear sin salirme de los marcos.

Ambos problemas se resumen en uno:
mi pulso no es firme cuando dibujo.

Da igual.

Lo importante es participar de la fiesta de la pintura.

Este año también comienzo clases de latín.

Si quisiera ser médico o abogado me facilitaría las cosas.

Un día a la semana iré a clases de filosofía.

Con mi abuela Rosita asistiré a clases de costura, no es que ella las necesite,
es que quiere colaborar como ayudante de profesora.

Yo seré su banco de pruebas.

Ella no cobrará sueldo, a cambio, yo voy gratis.

Inditex tiene unos 125000 contratados directos.

Si todo falla, podría trabajar en alguno de sus talleres.

Aunque también está previsto aprender ruso y cocina.

Si algo va mal siempre podré ser camarero.

Mi tío me ha enseñado ya cómo funciona la maquinita ésa que usan para hacer café,
Tardé  bastante en conseguir que la cuchara se mantuviera recta en el centro de la taza,
pero lo logré.

Con ese conocimiento siempre podré pasar las vacaciones trabajando
en sitios exóticos y maravillosos como Benidorm.

¡Por fin!

Dejo esta mierda de poema porque ya son las once.

Hoy voy con el abuelo a recoger sandías.

A las doce tomaremos un aperitivo en el bar Manolo.

He aprendido cómo debo de pedirlo en turco.

No es que Manolo lo entienda.

Pero el abuelo presume de nieto más que nadie.

© Luisa L. Cortiñas

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Mientras no me maten, seguiré matando el viernes.