sábado, 11 de enero de 2014

AITANA


VUELVE A POR OTRA con A de Aitana





 Aitanaaaaa ¿te falta mucho?

 Estoy en elloooo. ¡Qué pesada es esta mujer! —dice Aitana, entredientes con mohín cansado. Continua ordenando el cajón de los calcetines, siempre lo deja para el final porque es su preferido.
Sí, no, si, si, si, no, ¡éste es tan mono!
Aitana lo  mira… lo introduce en su mano como si fuera una marioneta.
 Hola calcetín.
—¡Soy tan mono! Sí, sí, te gustan mis topitos rojos, azules y violetas —afirma calcetín uno.
 Te tengo que buscar pareja, por aquí creo que he visto uno  revuelve entre los pares y pares de calcetines perfectamente enrollados— ¡Voila!  Aitana localiza otro calcetín en busca de pareja, lo introduce en su otra mano y le pregunta al primero.
—¿Éste te gusta?
 Le veo un tanto soso, tan amarillo y con esos osos azules, no sé, no sé  calcetín uno pregunta al dos— ¿a ti te parece que hagamos juego?
 Combinar combinamos, de altura más o menos vamos igual y nuestro amarillo poco discreto delata que somos parientes.
—¿Cuánto tiempo hace que estás sólo?  pregunta calcetín uno.
—¡Uf! Mi compañero se canso de estar en la canastilla de la ropa sucia,  a la diestra de unos malolientes calcetines blancos con un par de rayas rojas, huyó por el desagüe.
 Ésos son los que yo uso para hacer deporte —interviene Aitana.
—¿Eh? —le miran y preguntan los calcetines.
 Los de rayas rojas… son para hacer deporte —les aclara Aitana, los calcetines siguen a lo suyo.
 Ah! Entonces ¿tú sabes cómo se las apañan para irse por esos agujeros tan pequeños? —pregunta calcetín uno.
 La verdad es que no, me gusta vivir en el cajón — responde calcetín dos.
 Pues ya ves, mi pareja huyó despavorida en cuanto tuvo ocasión —relata calcetín uno.
 Yo creo que pegáis, debajo del pantalón no se os ve.
 Ya, nadie nos mira —dice triste calcetín dos.
 No, no somos como esos calcetines interminables que llevan las niñas con falda y exhiben orgullosas ante sus amigas —puntualiza calcetín uno más triste todavía.
 Sois muy bonitos, yo si os quiero —espeta Aitana indignada.
 Mientes, mientes. Nos escondes, siempre tapados, sin poder ver mundo —dicen los dos a dúo.
 Que no, que no, de verdad, me gustáis mucho. Os salvo y así me dais las gracias —les dice Aitana.
 Creo que la niña tiene razón, vamos a darle una oportunidad —pide calcetín uno.
Aitana se quita los calcetines de las manos, pone uno en paralelo sobre el otro y los enrosca. ¡Qué bien! Ya tiene un par de calcetines casi nuevos.
 Mamáaaaaa ya he acabado —informa Aitana a pleno pulmón.
Aitana deposita los recién descubiertos calcetines en el cajón y cierra. Los calcetines continúan con su conversación. Parecen encantados de haberse conocido.
 Uh! Que a gustito! ¡Hacia tanto tiempo que no dormía arrejuntao!
 Yo también.
—¿Estabas también en una esquina?
 Sí, pero con vistas, aquí me temo que el sol no nos va a dar.
 Aitanaaaa, vístete que nos vamos a la playa —chilla mamá.
Aitana abre su armario, bikini azul cielo, falda vaquera, camiseta amarilla y sus inseparables zuecos rojos. Se mira en el espejo de cuerpo entero de su habitación, ¡qué bien voy!, su larga melena color paja se confunde con la camiseta y los zuecos gritan como un ahorcado… frunce el ceño… Una promesa es una promesa. Abre el cajón y saca los calcetines “ ya no solos” ¡qué monos! Se los pone y ahora sí, divina, está divina.
—¿Qué haces con calcetines? Quítate eso…¡con el calor qué hace! —dice mamá.
 Me gustan —contesta Aitana saltando como una loca. Coge su colchoneta y su toalla y baja con sus padres a la playa.
 Aitana, Aitana esos calcetines están desemparejados.
 Tú compras en Desigual y no tienes 8 años —responde Aitana dando vueltas alrededor de sus padres
 Vuelve a por otra —dice papá.
® Mª Luisa López Cortiñas
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Mientras no me maten, seguiré matando el viernes.